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Cultura

La intimidad compartida de Ida Vitale

Pedro de la Hoz

A los 95 años de edad, Ida Vitale sintió nuevamente el llamado de México. El pasado lunes, en su casa de Montevideo, recibió un mensaje: “Usted es la ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018, sí, de la Feria de Guadalajara; se lo daremos el 24 de noviembre”.

Más que el monto de la recompensa económica del galardón, lo primero que le vino a la memoria fueron los diez años de exilio en esa nación, entre 1974 y 1984, para no asfixiarse en medio de la brutal dictadura que asolaba su patria. Luego indagó por el jurado y agradeció que Héctor Abad Faciolince, Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Efraín Kristal, Valerie Miles, Carmen Musat y Elena Stancanelli, se hayan acordado de ella. “Esto es una coronación, aviva mi relación con México, mi gratitud con México en general y lo que lo representa. El premio me hace entrar en contacto con una serie de gente que me ha hecho el favor de sacarme del pozo; no tengo palabras”, declaró en la capital uruguaya.

Si se observa bien, la Vitale ha salido del aludido pozo con cierta frecuencia en los últimos tiempos. Reconocimientos tardíos, pero reconocimientos en fin, han sido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (Madrid, 2015) y un poco antes el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo y el Premio Internacional Alfonso Reyes, ambos en México.

Con tantos años en la palestra, la bibliografía de Vitale es copiosa. Entre otros libros ha escrito La luz de esta memoria (1949), Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Paso a paso (1963), Oidor andante (1972), Fieles –antología– (1977), Jardín de Sílice (1980), Elegías de otoño (1982), Entresaca (1984), Sueños de la constancia (1988), Serie del sinsonte (1992), Paz por dos (1994), Léxico de afinidades (1994), Donde vuela el camaleón (1996), Jardines imaginarios (1996), Procura de lo imposible (1997). Pero si se quiere tener a mano lo mejor de ella, basta con acceder a Poesía Reunida (1949-2015), un volumen de 491 páginas publicado el año pasado por Tusquets.

A Vitale no le encajan las etiquetas, mas a su pesar quedará siempre como una de las más conspicuas representantes de la Generación del 45 en Uruguay. No es poca cosa compartir jerarquías con Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Idea Vilariño, Carlos Martínez Moreno y Emir Rodríguez Monegal.

En la introducción de un cuaderno sobre su obra destinado a los estudiantes de la UNAM, Víctor Sosa definió: “En Ida Vitale confluyen dos vertientes: preocupación por el cuerpo que conforma el poema y preocupación por el cuerpo del mundo constantemente travestido”. Es decir, por la expresión misma y por lo que esta contiene.

¿Influencias en su obra? Sobre ello ha dicho: “Tengo tantas que no podría decir cuál. Todo lo que uno ha leído, de alguna manera habrá servido, se supone. Preferencias sí, uno podría establecer una línea de preferencias a través de la literatura del mundo que siempre va por una poesía más despojada, con menos adorno, más esenciales en cuanto a temas o a palabras”.

¿Método de escritura? “No basta con crear. Hay que aplicar la tijera, la corrección. Pero no hay fórmulas. Así como hay poetas que empiezan a escribir muy temprano y luego se agotan, no escriben más, o la vida los lleva para otro lado como el caso de Rimbaud, hay otros que empiezan a escribir muy tarde. Incluso Darío, con el enorme poeta que es, cuando uno tiene la obra completa resulta que lo que realmente se lee son los poemas a partir de un momento, lo otro es como preparatorio. O Neruda. Hay primeros libros que luego quedan archivados, e incluso los 20 poemas de amor uno los lee, por lo menos yo los leí, en una época de mi vida, y luego no volví sobre ellos. Sin embargo hay gente que los prefiere”.

¿Concepto de la poesía? Una frase definitoria: “La poesía es la intimidad que coincide con la intimidad de otros”.

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