Conrado Roche Reyes
Hace muy pocos meses, lamentablemente nos dejó para siempre uno de esos personajes importantes del mundo literario, la excelente escritora Carolina Luna, quien en el mundo de las letras y en la parte social vivió su vida intensamente.
Carolina sentía su oficio y la vida con verdadera pasión, lo mismo que con el arte en general, y su relación con los artistas siempre fue muy estrecha, ya que Carolina, por encima de todo fue un gran ser humano, en ocasiones, a pesar de su experimentación existencial, incorregiblemente ingenua. En los últimos y bonitos artículos escritos sobre ella anterior a este por varios compañeros del POR ESTO!, casi enseguida de su lamentablemente esperado deceso dieron cuenta de lo que la Carolina significaba para la literatura yucateca y de lo que las letras significaban para esta gran escritora.
La muerte de una de las grandes de esta especialidad nos devuelve a la realidad de que el tiempo pasa y que el relevo en nuestra entidad no siempre tiene un futuro asegurado. Solamente una mínima parte de la nueva generación ha estado tomando en serio la profesión. La mayoría, al aburguesarse, dejaron atrás aquellos ímpetus juveniles y han guardado la pluma para aferrarse a una chamba en cualquier rama, así sea de intendentes, pero con la condición de que sea en una institución oficial.
Y no es tema baladí. De ahí que varios analistas han demostrado su preocupación sobre la escasez de vocación para especialalizarse en tal o cual género literario.
Hace unos días, nuestro compañero Víctor Salas volvía a hacerse eco del tema, pues no solo se trata de las grandes celebraciones o presentaciones de libros, muy pocos por cierto, en que saben que habrá candilejas aquellos que una vez fueron promotores y promesas, sino que esa vocación por la literatura, en la mayoría de los casos, es muy sacrificada. Carolina Luna es uno de estos ejemplos.
En un plazo no muy largo de tiempo, los escritores más conocidos y reconocidos van a estar “jubilados”, y es ahí, antes que suene la alarma, cuando se debe de intentar por todos los medios que el relevo se vaya preparando de manera gradual, pero constante. Los burócratas de la cultura, en especial la literatura, han permitido el “intrusismo”.
Los encargados de la cultura, por cualquier medio, ya que se que están conscientes del problema a través de la misma institución, particulares, fundaciones, etc., debían becar a cuanto joven tenga talento de escritor. Y que esta beca, premio o fundación lleve el nombre de quien puso en alto el nombre de Yucatán, es decir, Carolina Luna... Carola... no te digo adiós, sino, hasta luego... Allá nos veremos.