Luis Carlos Coto Mederos
Francisco Riverón Hernández
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Ciego de Avila
Ciego de Avila: Tal día
pasé por ti enamorado…
y aún no estoy cicatrizado
de aquella herida tan mía.
Ensayaste una alegría
para endulzar mi dolor;
y en religioso clamor
Santa Eugenia de la Palma,
me supo al rezo de un alma
también huérfana de amor.
Salí a verte la presencia
en un regalo visual…
tu Teatro Principal
y tu calle Independencia.
En tu sabana, cadencia
de palmas y de jagüeyes,
el alma de Simón Reyes
se me enredó en un suspiro,
con el sollozo guajiro
que llenaba tus bateyes.
Me regalaste tu brisa
y unas pupilas morenas,
cuando te dije unas penas,
un verso y una sonrisa.
Abriste frente a mi prisa
la ruta de tus desvelos,
te vi un musitar anhelos
de sol en la madrugada
y una locura gritada
en los ojos de “Tres Pelos”.
Aquella dulzura loca
no estaba toda vacía,
yo siento que todavía
por aquí adentro me toca.
Aún tengo sed en la boca
de exprimir cañaverales,
de buscar en tus rosales
la rosa que no corté
y aquello que te dejé
por La Ceiba y por Guanales.
Luis Gómez
I
Poeta repentista nacido en Cumanayagua, Cienfuegos, en el año 1918.
Participó en rodajes de filmes cubanos, entre ellos Juan Quinquín en Pueblo Mocho y siempre estuvo ligado a la guitarra y las tonadas.
La Emisora Provincial Radio Ciudad del Mar mantiene el programa sabatino La Hora de Luis, con repentistas del territorio.
La décima improvisada es el género que mejor lo identifica, aunque cultivó con acierto otras formas estróficas, tanto cultas como populares.
Muy pocos poetas repentistas estaban dotados como él para la función juglaresca; unía al verso ágil y desenfadado, de factura metafórica y simbólica sorprendentes, un tono melódico lleno de belleza, sobre todo en los temas más elevados, para los que hacía uso frecuente de su proverbial tonada Carvajal.
Falleció el 26 de mayo de 2001, a los 83 años de edad.
799
A Cumanayagua
Oh, mi pueblo encantador
cómo olvidar que tú fuiste
la cuna donde me diste
aliento, nombre y amor.
En ti mantuve el calor
de tu remanso querido,
por eso te he prometido
no arrancarte de la mente,
yo podré morir ausente,
pobre, pero no te olvido.
La calle que está en tu prado
cuántas veces la pasé
descalzo y joven llevé
el pantalón remendado.
El asesino Machado
me hizo sufrir sus condenas
pero en sus férreas cadenas
donde sufrí los castigos
tuve millares de amigos
que compartieron mis penas.
Por eso te quiero tanto,
mi rincón maravilloso,
por noble, por amistoso:
edén de mi tierno encanto.
Hoy que vas en adelanto,
eres una taza de oro
y es tanto lo que te adoro,
culto rincón, sitio mío,
que en la bienvenida río
y cuando me marcho lloro.
Te quiero por esos ríos
que desembocan en ti
que turbios correr los vi
igual que los llantos míos.
Por los campestres desvíos
viví mi loca aventura
y ahora pido con ternura,
poniendo el puño en la sien,
que si en ti nací, también
en ti me den sepultura.
800
A mi río Hanabanilla
Mi río, limpio cristal
que brota de las montañas
atraviesa las entrañas
del Siguanea, inmortal.
En su espejo horizontal
se retratan las yagrumas,
las palmas y las jocumas
y cuando se precipita
por la pendiente infinita
se rompe en trenzas de espumas.
Sus azules pedregales
parecen aguas marinas
y crecen las clavellinas
bellas y tradicionales.
Sus corrientes musicales
deleitan recios trabajos
y en los terrenos más bajos
para encanto de mis ojos
cuelgan sus aretes rojos
las sombrillas de sus gajos.
Yo adoro mucho a ese río,
porque cuando era muchacho
contemplé el alto picacho
y vi el último bajío.
Siempre lo soñé muy mío
viendo sus aguas correr
y cuando me di a querer
me llevé con su rumor
el primer beso de amor
de la más linda mujer.
Sus pintorescas orillas
de florecidos costados
son como altares cuajados
de colgantes campanillas.
Mariposas y avecillas
se anidan en la majagua
y cuando bajo el paraguas
de la yagruma me siento
pasan la espuma y el viento
disipándose en el agua.