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Enrique Martínez Osegueda

En memoria de Enrique

Herrera Bruquétas

Entre ellos se conocen y reconocen. Su modo de pensar y actuar suele coincidir y aparejarse. Sus desavenencias pasan a segundo plano cuando cierran filas y actúan en pos de la defensa de sus intereses. Intereses que más allá de sus puntos encontrados, son comunitarios. No tienen empacho en actuar de uno en dos, de dos en tres o por separado.

Ocupan los espacios mediáticos. Aspiran a ser “líderes de opinión” y tendencia en el ciberespacio. Se sienten cultos y bien formados. Muchos de ellas y ellos –no todos– son egresados de la educación que ofertan congregaciones católicas o resultado de escuelas establecidas para educar a hijos de foráneos, lo cual asegura que detrás vienen otros como ellos. Suelen conocer más de un idioma, y cuando hablan entre sí les gusta demostrarlo al incluir e intercalar palabras ajenas y exóticas al castellano. En su forma de establecer una sutil línea divisoria entre el “nosotros” (que si nos entendemos) y los “demás” (que no son ilustrados).

Son inteligentes, trabajadores y disciplinados. Se han destacado en alguna de las artes, en la academia, el periodismo o en puestos burocráticos. Se habituaron a comulgar con los grandes políticos, los empresarios y, desde luego, con la jerarquía eclesiástica de diferentes bandos. No son minoría los que, en su momento, se beneficiaron del poder y le sirvieron sin reparo.

Tú y yo los conocemos, los hemos visto, leído o escuchado, son “Los Exquisitos”. Un grupo compacto. Un grupo que fue eficiente en ajustarse a los tiempos que marcaba el péndulo político. Clan que se acostumbró a ser beneficiado, a hacer guiños, a simular, a cumplir con lo pactado y ahora no encuentra el petate donde se plantó por tantos años. Entre ellos hubo un par que en diferentes fechas y momentos aspiraron llegar a “Los Pinos”. El primero, hijo de papi, heredero de apellidos, fortuna y una secretaría de Estado, hechizado por la hechicera del magisterio, coqueteó con ir por la vía independiente, pero algo pasó, tal vez las pócimas no funcionaron, así que fue cauto, reculó y desistió a tiempo. El segundo fue más lejos. Formalizó su pretensión y aduciendo también a sus blasones, pensó tener posibilidad de aparecer en la boleta para la elección presidencial afirmando tener el gran mérito de que su nombre es una “marca”. Sabemos que no lo logró, pero lo expresado da pie a considerar qué lo motivaba a gobernar.

A “Los Exquisitos” estos tiempos de cambio no les sientan bien. Están contrariados, han dejado de ser los intelectuales orgánicos, antes tan consentidos, requeridos y necesarios. Han tenido que mutar su manera de ejercer la crítica y el análisis, por una más personal y ecléctica. Ahora se ocupan de basar sus dichos en lo que les preocupa. Si el nuevo régimen toma alguna decisión que les incomoda o no es de su agrado, no están dispuestos a esperar y ver resultados. Ellos innovan y hacen uso, no solo de su sapiencia, sino también de sus dotes esotéricas: futurizan las consecuencias desastrosas de lo decidido y contrargumentan en base a lo que el Ejecutivo está pensando.

Pocas cosas les duele tanto como no influir en la agenda cotidiana. Ya no intervienen en su calendario y se sienten disminuidos al no tener más remedio que comentarla. No están dispuestos a otorgar si permanecen callados. No en balde odian “la mañanera” y claman con vehemencia para que desaparezca. No se acomodan, quieren estar en el ánimo del público, pero no pueden entender cómo “la gente” le da tanta importancia a la venta del avión presidencial, si para ellos es claramente un acto de poca monta y publicitario.

Critican airadamente el “yo tengo otros datos”, porque no coincide con información fidedigna que no exponen ni comparten, a la que afirman tener acceso y haber consultado. Confían plenamente en las encuestas que realizan sus amigos. Son expertos en parcializar y sesgar las estadísticas. Pueden, en base a sencillas operaciones aritméticas, demostrar el fracaso y la mentira del gobierno en el combate al huachicol. Pero son omisos al no reportar para verificar, en base a los resultados que obtuvieron, dónde persisten tomas clandestinas, una ruta de transporte, un lugar de almacenamiento y trasiego o algunos puntos de venta dónde el combustible mal habido se continúa ofertando.

Para ellos lo importante es proclamarse como comunicadores independientes, aunque tengan que informar desinformando. No faltan los que en sus columnas periodísticas, más como recurso que como método, hacen un uso perverso de la información compartida por fuentes “anónimas y confiables” que deben ser resguardadas. Así, sin tener que demostrar nada, se protegen para justificar lo que publican, lo que conviene a sus intereses o a los intereses que les son dictados.

“Los Exquisitos” no se presentan como tales, pero se esfuerzan por dejar en claro que no todos son como ellos. Con atención y cautela hay que observarlos para ubicarlos. Aquí se dan algunas pistas para poder reconocerlos:

Su conocimiento es holístico y acertado. Han realizado estudios en el extranjero. De economía conocen la práctica y las teorías. Presumen ser versados en derecho mercantil, penal, civil y constitucional. En cuestión de política no se les va una, las agarran todas al vuelo. La historia nacional y la internacional las manejan al dedillo. Son expertos en las artes, entienden de las ciencias, han leído bibliotecas enteras. La ecología, la contaminación del medio ambiente y el calentamiento global es lo que de ellos. En cuestiones de seguridad, de estrategia policial y militar no hay quien se les compare. El Mossad los envidia. De urbanismo saben todo, conocen muchas de las grandes capitales. Eruditos en aeronáutica civil y militar. Entendidos en cómo se debe de admirar un espacio aéreo. Doctos en ingeniería y arquitectura aeroportuaria y ferroviaria. Dominan la mecánica de suelos. Nunca en su vida han sido racistas, homofóbicos, misóginos o machistas. Juran no tomar partido. Siempre han sido honestos. Nunca actúan de mala leche, ni han pagado por tener sexo. Opinan acertadamente sobre deportes, modas y espectáculos. Son grandes gourmets y entrenados catadores. Si no opinan de física cuántica, ni han estado en el espacio exterior, es porque no les alcanza el tiempo.

Son “Los Exquisitos”, “gente decente”, “bien habida”, sus trapos sucios los lavan en casa y, sobre todas las cosas, nunca comparten sus secretos.

Villa de Tecoh, Yucatán.

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