Luis Carlos Coto Mederos
Luis Gómez
VII
816
Madre
Madre qué carga más dura
llevo en mis hombros ancianos
a tientas voy con mis manos
en la horrible noche oscura.
Qué irresistible amargura
mi copa sin fondo vierte
y en este tormento fuerte
no sé, mi madre querida,
si quedarme con la vida
o marcharme con la muerte.
Madre, mis ojos se apagan
en tinieblas de tormentos
y los recios sufrimientos
me amenazan y me amagan.
Mis sueños sin rumbo vagan
por las regiones ignotas
y entre pasiones remotas
por desconocidos giros
van cayendo mis suspiros
como mariposas rotas.
Madre, ¿en qué mundo de sombra
está durmiendo tu ser
que yo no te puedo ver
ni en el aire, ni en la alfombra?
Mi hondo recuerdo te nombra,
ejemplo de luz y bien,
y aunque mis ojos no ven
pregunto, si oídos tienen:
¿Por qué los muertos no vienen
a los que sufren también?
Para consolar mis penas
cuando entre angustias me pierdo
pongo para tu recuerdo
rosas blancas y azucenas.
Las mariposas amenas
no te faltarán un día
mas cuando la suerte impía
toque mi fin inmediato
¿Quién le pondrá a tu retrato
flores blancas, madre mía?
817
Yo soñé con mi madre
Madre, en un sueño te vi
demacrada y pensativa
como una flor emotiva
en un vaso carmesí.
Sobre la frente te di
un beso inmortal de duelo
y después en el desvelo
que deja la madrugada
una lágrima prensada
se me quedó en el pañuelo.
Vuelve mi madre querida
a otro sueño para verte
y cuéntame si la muerte
es más triste que la vida.
¡Quién te acompaña y te cuida?
Contesta… responde… ¿quién?
Porque si los muertos ven
sabrán que yo por el mundo
ando como un vagabundo
solo, como tú también.
Cuéntame como es el vuelo
del espíritu invisible
si es un infierno terrible
o es una gloria del cielo.
¿Habrá fuego o habrá hielo
en el mundo de allá arriba?
Y si hay belleza expresiva
por el que vive, ignorada
¿por qué te vi demacrada,
sin rumbo y tan pensativa?
Madre, ya en mi frente franca
se retrata la tristeza
y ha plateado mi cabeza
como una madeja blanca.
Nadie de mi pecho arranca
la pena para aliviarme
y al no poder despojarme
de este destino iracundo,
yo soy un muerto, que al mundo
se le ha olvidado enterrarme.
818
Homenaje a mi abuela
Abuela, abuela querida
digna de tantos respetos
tus inolvidables nietos
te queremos con la vida.
Flor del rosal escogida
al fresco de las mañanas.
Por esas manos ancianas
humildes y generosas
con lirios, mirtos y rosas,
besamos tus blancas canas.
Es que te queremos tanto,
que si algo te martiriza
te damos una sonrisa
y detenemos tu llanto.
Bálsamo sagrado y santo
que el pesimismo nos quita.
A ti vamos viejecita
a verte y regocijarte,
para pedirte al besarte
la bendición, abuelita.
Queremos verte reír
alegre junto a tus nietos
sin que dolores secretos
te hagan el alma sufrir.
Que te puedas divertir
con las delicias mejores,
para que en dulces primores
te palpite el corazón
frente a tus hijos que son
los frutos de tus amores.
Hijos y nietos, en vela
te rinden este homenaje,
lo mismo que a un personaje
viviente de una novela.
De mi alma un sinsonte vuela
que se fuga de un palmar
y si se anida en tu hogar
rompiendo la pena gris
es que el recuerdo de Luis
te va en la frente a besar.