Cristóbal León Campos
La caricia está en las manos que soñamos, la voz abierta a la libertad, canta la esperanza de la ilusión lograda, el atardecer de la vida tiene matices que sólo observamos con el cristal de las reflexiones, a los sueños hay que tomarlos con fuerza y jamás soltarlos, jamás permitir que nos sean robados, sin importar que muchas veces parezcan lejanos, imposibles, aunque en la vida llueva y lo nublado dure mucho, todo termina por pasar si hacemos algo para que eso suceda, la experiencia de quien se ha atrevido a mirarse lo dice, los sueños son la vida, sin ellos solamente transitamos éste mundo, vacía el alma deambula si de los sueños la despojamos, el ser debe ser reflexivo, auto-crítico, sin pudor analizarse, abrirse a las nuevas posibilidades que da el hecho de atreverse, romperse los propios moldes y los esquemas, rehacerse a uno mismo, al tiempo en que contribuimos a que el universo humano mejore, luchar por lo que se cree y desea es el único camino a la felicidad.
¿Qué es el destino si no la suma de nuestros propios actos?, somos los constructores de nuestras propias realidades, nuestros pasos marcan los senderos andados, nuestros anhelos delinean los nuevos caminos, cada paso es una huella, es un acto inscrito en nuestro ser, el destino es aquello que decidimos hacer de manera consciente o incluso inconsciente, la suerte es el empeño que ponemos en todo aquello que hacemos, la posibilidad de alcanzar las metas siempre es proporcional a la cantidad de voluntad invertida, somos lo que decidimos, el reflejo en el cristal de la realidad no es otro que el mismo que proyecta la experiencia, día a día nos hacemos, nos rehacemos o nos reafirmamos, pero siempre estamos en movimiento a pesar de que a veces no lo percibamos, la humanidad es cambio, es movimiento, somos el resultado de las circunstancias conjugadas con nuestras acciones, hoy somos más humanos porque ahora nos imaginamos en el lugar que queremos estar.
Cultivar el amor propio y huir de la soberbia no es una contradicción, es una necesidad para el desarrollo de nuestras personalidades, la construcción de nuestro ser es permanente, hay constantes y hay aspectos que van quedando, pero aquello que nos llena de alegría es la esencia que nos define, nadie puede despojarse de sus anhelos, algunos permiten se duerman y otros que les sean negados, pero aquellos que luchan por lo que creen, que hacen castillos para sí y otorgan ilusiones a otros, son la fuerza de la humanidad, son su esperanza y su razón de continuar, porque a pesar de lo oscuro de la realidad que hemos construido, y mucho más allá de nuestras contradicciones propias, tanto individuales como colectivas, la humanidad tiene sólidas raíces en los sueños, en esa inalienable libertad que significan, en esa fuerza que son para quienes se han atrevido a romper las cadenas más profundas que nos atan, y han desplegado las alas de la voluntad, la humanidad es vida, los sueños son esa vida, vivir es soñar despiertos haciendo humanidad.
Las utopías nos dan razón para existir, en la historia como en el presente, son motor de transformación, la evolución es un aspecto natural, pero también una necesidad social, las nuevas formas de ser y pensar, la superación permanente que hacemos los seres humanos de nosotros mismos, es lo que hace que avancemos como sociedad y como individuos, en toda época hay rupturas incomprendidas al momento de suceder, y que con los años se convierten en referencia y distinción, atreverse es un acto de valentía, ir contra la corriente, remar a veces solos la barca de la adversidad, es un acto de superación, afrontar nuestros propios límites y superarlos, la utopía es acción encaminada, es fuego y verbo, nuestras realidades hacemos con esa fuerza que nos da el sabernos capaces de cambiar para superarnos y alcanzar aquello que nos conducirá a lo que siempre hemos querido.
Un alma libre y un espíritu forjado en el esfuerzo son lo más bello y humano que hay en este mundo, aquellos que se empeñan en la utopía para estar vivos, para dar vida, su fuerza es muestra de valor y persistencia, su esencia transmite la voluntad ante la tormenta, la resistencia ante el cansancio de lo cotidiano, el constante levantarse frente a cada caída y cada herida, el ser que se aventura sin importar sus propios límites, se renueva y se reconstruye, es el que vive la plenitud de esta existencia, quien hace de los sueños una realidad constante dedicada a la esperanza, el sueño de la libertad. En las manos del esfuerzo habita la caricia de los sueños.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas