Cultura

Ecos de mi tierra

Francisco Riverón HernándezIV772Matanzas

Te nombro y te siento abierta

por una herida en plural,

con un afuera de sal

y una dulzura en la puerta.

Joya que fue descubierta

en una concha esmeralda,

Cuba soñando a tu espalda

se embriaga de tu paisaje,

muchacha con un encaje

blanco y azul en la falda.

Semblante siempre distinto

cuando alegre o cuando triste,

ayer novia y verso fuiste

de Gabriel y de Jacinto.

El arte se te hizo instinto

y lo sonoro es tu fin…

Hoy de risueño jardín

que Dios a la tierra diera,

estás en la primavera

de Carilda y de Agustín.

Yo, soñador y viajero

de las rimas y las cosas,

llevé a tu fiesta de rosas

mi ansiedad de jardinero.

Mi verso, color de obrero,

hijo-angustia de los valles,

se dio en amor a tus calles

cuando mi labio de prisa,

apuró en una sonrisa

la gracia de tus Versalles.

De Pueblo Nuevo, el amigo

de las ventanas en flor,

salió una noche tu amor

a enamorarse conmigo.

El tiempo se dio en testigo

de tu entrega y de la mía;

y el cielo de tu bahía

se quedó en mis ojos preso,

cuando se dieron un beso

tu embrujo y mi poesía.

Prendí aretes en tu oído

hechos de dulce palabra,

cuando un silencio del Abra

se colgó de mi sonido.

Anduve por ti vestido

de tu clima y de mi afán,

entre el Palenque y el Pan

mi voz encendió un guateque

y un beso del Mayabeque

se me mojó en el San Juan.

Entraña de Bellamar:

Cielo del cielo escondido,

pupila de un encendido

milagro de oro solar.

El tiempo dejó su andar

en agua cristalizada…

y le dice a la mirada

en asombro del encuentro:

¡La tierra puede hacia adentro

romperse en una alborada!

Humilde voz del batey,

miel que se muele y se pierde,

recorrí un pañuelo verde

con un nombre siboney.

En los ojos de tu grey

encontré un dolor mojado,

y en traje recién cortado

que te cosió la tristeza,

vi vestida tu belleza

de un luto como estrenado.

Cuando una vena de yodo

se desangró en tus aceras,

la sal de aquellas ojeras

hizo rebelde tu modo.

Sentí que lloraba todo

por el rato de un hastío,

tu pueblo me supo a brío,

a corazón y a mambí…

¡Y tan tuyo me sentí

que nunca fui menos mío!

Hoy, que te canto lejano

con una arruga en la frente,

inventa mi verso el puente

con que te tiendo mi mano.

Pero ya siento cercano

mi jubilo de algún día,

sobre tu sed de alegría

exprimiré un nuevo fruto

y no vestirán de luto

tu embrujo y mi poesía.

Espérame en esa fecha

de las esquinas felices,

que si hay sombra en las raíces

habrá luz en la cosecha.

Con música de mi endecha

te pondré en el pelo un lazo,

me colgaré de tu brazo

a repetir el sendero

y el corazón matancero

se me dará en un abrazo.