Conrado Roche Reyes
I
P.- Jorge, cada vez más intelectuales se manejan solos. La causa…
R-Interesante pregunta, Conrado; en principio comentar que me siento más universitario que intelectual, quizá pudiera existir algún símil, mas prefiero lo primero. Ciertamente, a los intelectuales de ahora se les ve aislados, no existe un sitio público u otro espacio en el que pudieran ser ubicados, o referir como un lugar en el que pudieran encontrarse. En nuestra juventud era posible verlos en los cafés o saber por comentarios de otros que se reunieron en un bar de sus preferencias, al margen de las actividades públicas que pudieran ser organizadas por las actividades correspondientes. En esos tiempos era frecuente que en las páginas del Diario del Sureste–órgano informativo desaparecido– en su página editorial encontráramos sus escritos u opiniones que acontecían o afectaban a la sociedad. Da la impresión que aquella generación de intelectuales tenía un mayor interés en convivir, al margen de preferencias de género o de sus ideologías. Pareciera que esto último a los intelectuales de ahora se vea dispersos; sin dejar de mencionar que estos mismos no establecieron una relación con los jóvenes. Esto es, no existe un puente entre la juventud y la gente adulta para darle continuidad a lo que se viene realizando. No se reconocen ni identifican entre sí, como quizá lo fue en el pasado. Al menos eso me parece.
P.- Se va más allá de los convencionalismos burocráticos que nos tenía el corsé de la descalificación. Muchos se están atreviendo con valentía a hacer públicas sus inquietudes artísticas.
R.- Este ha sido otro problema, la descalificación oficial al trabajo que se ha realizado o que se realiza o al realizado, todo por haberlo hecho con una administración diferente a la que se encuentra en el poder, esta se acentuó más al hacerse a través de los partidos. Ejemplos los tuvimos no hace muchos años, en donde incluso las preferencias de la actividad cultural se realizaban por quien era responsable de coordinarla. Parecería que aquello sucediera cuando comenzaban los tiempos del pregón democrático, en donde quien debiera tener toda una conciencia de su tarea y a su vez disponer de mayor apertura para llevar la actividad cultural hacia toda la sociedad, eran excluyentes. Y todavía más, que diera prioridad a un grupo o un género de su interés particular. Sin descontar el hecho de creerse con el derecho exclusivo de ser los únicos en decidir quien hace obra y quién no. En mi caso, debo comentarte que siempre he creído que todo ser humano dispone de una gran sensibilidad; de ahí entonces que sea capaz de amar, querer, desear e incluso odiar, como expresan varios autores. El hecho de tener una formación como economista da lugar a que se piense que no –los economistas y demás disciplinas– tengamos intención de escribir y hacer composiciones. Por lo tanto, la tomo del resultado de un buen número de amigos, quienes me aconsejaron que diera a conocer mi trabajo, el cual ha resultado para muchos de ellos una gran sorpresa.
P.- ¿Es esto lógico? ¿Por qué nos aguantamos tanto tiempo?
R.- Supongo que te refieres a quienes tienen la responsabilidad de velar e impulsar la cultura. Definitivamente no es lógico, de ninguna manera puede serlo cuando bien se sabe que su labor es la de integrar, preservar y difundirla en todos los niveles y estratos sociales. Esa actitud la aguantamos mucho tiempo porque la estrategia de divide y vencerás ha funcionado antes en estos menesteres. En tanto no exista interés genuino de interesarse en lo que los demás realizan y se deje de pensar en forma individual o de grupos de interés, las condiciones serán perfectas para la exclusión de unos y el beneficio de unos cuantos. Aun en la cultura y su extensión permanecen los egoísmos. Ante esta situación, los hacedores de la actividad empiezan a expresarse, a pesar de lo antes mencionado. ¿Por qué hemos aguantado tanto? Quizá porque creíamos que lo que estaba ocurriendo no era nuestra responsabilidad, hasta que nos percatamos que el inmovilismo únicamente conducía al deterioro de la tarea cultural y al avance de los grupos tóxicos a ella.
P.- Es conocido lo entusiasta que eres. No te niegas a ninguna “locura”. ¿No tienes temor de dejar mal a algunas personas?
R.- Claro que tengo temor de no cumplir algún proyecto o actividad en que me he involucrado, aunque déjame decirte que cuando me entusiasma alguna iniciativa, lo hago con tal pasión que mis temores se me olvidan. No siempre la respuesta de los demás va con la velocidad del entusiasmo de uno. Pero me gustan los retos.
P.- Te han criticado el libro.
R.- Poco me importa.
P.- ¿Se puede tapar el sol con un dedo?
R.- En definitiva no. Aunque hay unos cuantos que presumen de hacerlo y que los demás en verdad creen que lo hacen .La vanidad es un pecado de los que solo escuchan cuando se les habla al oído. Halagando es presunción que les hace sentirse soñados.
P.- Las personas interesan cuando en su vida y en su obra pasan cosas de verdadero interés, creo yo. ¿Tú qué opinas?
R.- Creo que la persona interesa cuando cumple dos principios básicos en la vida: el darse a sí mismo sin más interés que el servicio a los demás y el ser congruente con ese servicio, esto es, que no espera ninguna dádiva o recompensa por lo que ha hecho o hace. La vida es una, debemos vivirla con pasión o intensidad, buscando siempre el beneficio propio y el de los demás, sin afectar los intereses particulares o de grupo. Unos tienen más oportunidades que otros, eso es una realidad. Aquel que lucha para buscar esa igualdad sin aprovecharse de ellos y lo logra, o cuando menos lo intenta sin cesar y se reconoce esa intención, está construyendo. Cuando se le reconoce ese esfuerzo y se valora, está la sociedad interesada en él y en su obra. Veamos esto en cualquier orden, político, económico, social y cultural. La pregunta siguiente seria: ¿Cuántos realmente lo están haciendo?, y ¿lo hacen comprometidamente?
Continuará.