Alfredo T. Ortega Ojeda (*)
(Los pictogramas de Jorge Luis Canché Escamilla)
“La manera de dibujar de Jorge
Luis es harto extraña.”.
Roldán Peniche Barrera
Gracias al generoso contacto del Doctor Abelino Torres, al llegar a la Blanca Mérida, a Tere y a mí nos esperaba en el aeropuerto un ensombrerado profesor de la Autónoma de Yucatán. Era el Doctor en Economía Jorge Luis Canché Escamilla. Con los días supimos que además de catedrático, había sido director de la Facultad de Economía de la UADY, que era un distinguido miembro del Club Rotario de Mérida, un deportista singular, una leyenda del sóftbol yucateco, un incansable promotor cultural, además de escritor y artista plástico. Acompañados de él, fuimos conociendo personas de todos los estratos sociales de la albina capital yucateca: diputados, académicos, empresarios, poetas, pintores, estudiantes, vendedores de sombreros en el mercado, y propietarios de fondas en los barrios más tradicionales. Porque el doctor Canché se mueve con entera libertad por todo el espectro social de su querida tierra.
Acompañarlo a su natal Halachó al homenaje para un gran poeta, conocer a Don Roldán Peniche y mi tocayo Tomás Mendiburu, y a tantos otros yucatecos ilustres, fue parte de los grandes regalos que con su hospitalidad sin límites nos regaló Don Jorge Luis, a quien consideramos entre los más entrañables de los amigos. El colmo de la generosidad fue que, al llevarnos al aeropuerto, y tras bajar las maletas de la cajuela del auto, sacó un cuadro con un extraordinario dibujo a tinta, y nos lo obsequio, informándonos que era de su autoría. Tiempo después, Abelino nos comentó que durante las reuniones sociales, Jorge Luis Canché solía tomar una servilleta e ir dibujando en ella extrañas figuras a tinta mientras participaba en la tertulia, y solía obsequiar a los amigos sus singulares dibujos.
Así fue mi acercamiento con los pictogramas de Canché. Afortunadamente para nosotros, hizo caso a los consejos de sus cercanos y empezó a guardar, copiar y afinar sus obras, que con el tiempo han ido adquiriendo su verdadera dimensión de obras de arte, pues eso es lo que son. Si algún nombre quisiéramos dar a estos trazos azarosos, a estos retazos de corazón, bien podríamos llamarles “Servilletismo”, pues este fue el material original donde surgieron desde su comienzo, aunque después han aparecido las caras posteriores de invitaciones, panfletos y otros materiales gráficos perecederos, que por virtud del arte de su autor han alcanzado un lugar en la posteridad.
No soy un experto en artes plásticas, y el arte abstracto desafía los horizontes de mi imaginación, pero al igual que me ocurre con la obra pictórica de nuestra querida Carmen Avalos, siempre quedo gratamente sorprendido ante los audaces trazos de la pluma de Canché, ante esa geometría alucinada, que desafía en su concepto las más esenciales leyes de la física del universo, donde los círculos, triángulos, rombos y cuadros juegan en entera libertad a extenderse, doblarse, alargarse, mezclarse y multiplicarse siguiendo una lógica autóctona, que proviene del alma. Después de leer el brillante ensayo de Don Roldán Peniche Barrera, que engalana esta primera edición de la Pictografía canchenesca, no me atrevería yo a arriesgar una interpretación estética de la obra de nuestro amigo, pero para su mayor entendimiento, me permito citar al propio maestro Roldán: “... pueden ser círculos, líneas que convergen, o no hacia un indeterminado punto, series de cuadros que se van alejando en perspectiva, curvas que se unen tratando de alcanzar una forma, triángulos que juegan el papel de intrusos en una composición de redondeces, y dentro de toda esa compleja abstracción lineal, no es difícil adivinar formas elementales que pretenden revelarnos siluetas de objetos o animales...”.
Una vez integrada como un corpus de obra plástica, la obra de Canché ha merecido diversas exposiciones, iniciando en su querida alma mater, y seguramente seguirá cosechando éxitos y aplausos, en la medida en que su valor artístico continúe siendo conocido, valorado y disfrutado. Por lo pronto, este catálogo de la obra, peldaño obligado en la trayectoria de todo artista plástico, nos permite un acercamiento panorámico a las casi dos décadas de trabajo del artista que en palabras del maestro yucateco, Juan Ramón Chan Alvarado, es y cito: “... un trazo continuo sin interrupciones, anímico y temperamental, que nos sugiere nuevas formas e imágenes: los espacios blancos como vacíos adquieren forma de nuevos elementos en el dibujo y se integran en el todo de la obra sin importar la superficie, material o tamaño del soporte, ni el instrumento utilizado”.
Académico, deportista, líder social, promotor cultural, literato y artista plástico, ¿con cuál de las poliédricas facetas de la personalidad de Jorge Luis Canché nos quedaríamos?, con todas a la vez, añadiendo la de amigo entrañable. Pero en esta ocasión, venimos a compartir con ustedes la singularidad de su obra pictórica, sus dibujos que parecen extraer pedazos de su alma, su peculiar visión del dibujo a tinta, la maestría de su pluma en una modesta servilleta, sobre la cual, como dice el maestro Chan Alvarado, y cito: “Así, la línea dirigida a cualquier dirección, envuelve la forma”.
Entre literatos, se dice que el acto de escribir equivale a desnudarse en público, por la intensidad y profundidad que nos exige el acto creativo. En este singular volumen, el artista comparte sin pudor retazos y trazos de su alma. Y no hay que olvidar, como nos recuerda Juan Díaz Yarto en el propio libro, que, y cito: “Las cosas de la imaginación son serias, pues expresan cuestiones de nuestra conciencia, eligiendo extraños canales que nos reflejan, nos delatan, nos cambian a las otras miradas.”
Yo les invito a conocer, a retener y atesorar, pero también a compartir con la familia y los amigos, la obra sin par de Jorge Luis Canché Escamilla, este singular e inédito yucateco.
(*) Texto leído por el autor en la presentación del libro: “Psicografía. Voces de mi interior”, el pasado 8 de diciembre, en la FIL de Guadalajara 2019.