Fernando Muñoz Castillo
Si tan solo al inventariar
no se te olvidara la pecera
el paraguas
la madeja de seda
podría realmente perdonarte el olvido
de no haber pagado el recibo de luz;
y de que el gato,
por tu negligencia, de inanición se lo llevara el carajo.
Pero tus ojos de tristezas infinitas heredadas de tu olvido vuelto lagos y mares
me sujetan
sojuzgan
y soy tu esclavo mudo.
Viéndote empacar te alcanzo niñerías que olvidas y que aunque duelen, te las ofrezco como última posibilidad de cautivarte. Así, como niño con las manos llenas de canicas transparentes.
Si acaso te sorprendiera la niebla o el estornudo del señor que lee el Times,
una aguja perdida en los labios...
El color de mis palabras
o el llanto crepuscular del horizonte.
Sé que caminarás
sin rumbo
con el canto del cardenal
atorado en tu lugar secreto:
el que guardas entre las medias.
Tomarás tan solo la miga.
Dejarás la pieza de pan intacta junto al café con leche aún humeante. El reloj marcará la hora de las prisas, así desaparecerás entre la multitud sin necesidad de parar un taxi y gastarte tiempo en explicarle que hoy amaneció y no fue lunes o miércoles. Qué hoy es hoy y que no hay vuelta para ningún otro lado más que para el exilio.
24/feb/1984
México Tenochtitlan
ABRIL MES OLOROSO A DELFINES Y MARSOPAS
Ya no gozo la lluvia como antes que me encantaba verla.
Ahora, es solo un impedimento para salir de casa o llegar a ella.
¿Es esto síntoma de vejez?
¿Cuántas cosas han cambiado en mí en los últimos veinte años?
¿Tantas como para haberme vuelto un extranjero de mis sentimientos?