Conrado Roche Reyes
Cuando el Registro Civil se encontraba en la calle 64 justo enfrente al teatro de “Cholo” Herrera hace ya muchos ayeres, fue cuando como dicen vulgarmente “me eché la soga al cuello”, es decir, contraje matrimonio por lo civil.
El lugar era una antigua casona. Y ahí estaba la futura esposa con sus testigos y algunos parientes, y de mi parte lo mismo, solo que con mucha más parentela. Era un pequeño cuarto con una ventana que daba a la súper transitada calle 64. Recuerdo que la persona que me casó era el güero Gasque. Por entonces, aún se leía la Epístola de Melchor Ocampo, que las feministas han desechado del acto de matrimoniarse.
Como era de esperar, estaba un servidor muy nervioso –y supongo que ella aún más–. La ventana que daba a la calle poco a poco se fue llenando de mirones y curiosos. Querían saber cómo era ese acto tan trascendental en la vida de las personas como es el casarse.
Después de una larga perorata, el güero Gasque nos llamó a los novios a pasar a firmar el libro de actas y lo mismo a los testigos de ambos bandos. Dije que nos echó un discurso acerca de la nueva etapa en nuestras vidas, las obligaciones y derechos de ambos, pensar en el fututo, los hijos, etc.
Después de firmar el acta, de la ventana brotó una espontánea ovación, no sé si fue de cachondeo o de verdad el “público” estaba feliz. Los contrayentes, es decir, yo y mi esposa, nos mirábamos con una mezcla de asombro, nervios y felicidad.
En el momento en que el juez dijo las solemnes palabras acostumbradas, las mágicas palabras esperadas por todos, al pronunciar: “Y dicho todo lo anterior, por el poder que me otorga mi cargo, los declaro marido y mujer”, no sé porque razón se hizo un silencio sepulcral, interrumpido por un grito que venía de la ventana, misma que ya estaba repleta de gente que observaba el matrimonio. Dicho grito retumbó el espacio con una voz anónima: “¡Ya te llevó la chi…gada, no sabes en la bronca que te estás metiendo, chavito¡”.
Aquello me paralizó unos instantes y mi cerebro voló a mil por hora ante tal espontánea advertencia.