Pedro de la Hoz
No por el Grammy 2019 al Mejor Álbum de Jazz Latino, más que merecido, se debe celebrar al compositor, arreglista y baterista cubano Dafnis Prieto (Santa Clara, 1974), sino por la capacidad para reflejar en su producción Back to the Sunset, el justo equilibrio entre tradición, continuidad y apertura hacia nuevos desarrollos de los códigos del género.
Esa cualidad la advertimos desde que el álbum comenzó a circular en abril del año pasado. Era, como se diría en términos deportivos, una jugada cantada, por la naturaleza de la música y el alcance del empeño. Formado en la Escuela Nacional de Arte y fogueado en la atmósfera jazzística habanera de los años 90 –lo recuerdo como parte del cuarteto Columna B, junto al pianista Roberto Julio Carcassés, el saxofonista Yosvany Terry, y el bajista Descemer Bueno–, al instalarse hace dos décadas en Estados Unidos comenzó una etapa de arduo aprendizaje que lo llevó al reencuentro con sus raíces, luego de haber asimilado prácticas sin las cuales no sería lo que ha llegado a ser, díganse sus colaboraciones con Eddie Palmieri, Bebo y Chucho Valdés, Dave Samuels y The Caribbean Jazz Project, Henry Threadgill, Arturo O’ Farrill Jr., Jane Bunnet y Michel Camilo.
Después de discos reveladores de una ostensible ascensión creativa, como Absolut Quintet (2006), Talking the Soul for a Walk (2008, al frente de un sexteto y ya con el sello independiente fundado por él con la beca MacArthur, Dafnison), y Triángulos y círculos (2015), y de una sostenida experiencia pedagógica, de la que es un magnífico ejemplo el libro Un mundo de de posibilidades rítmicas: lecciones de batería y reflexiones sobre los ritmos, se sometió a la prueba de registrar un disco bajo un formato extendido de banda: cuatro trompetas (dobladas en fliscornos), cinco saxofones (doblados en clarinetes), cuatro trombones, piano, tumbadores y, por supuesto, él en el centro como baterista.
Este tipo de banda, puesto en boga durante la era del swing de los años 20 del siglo pasado en Estados Unidos, tuvo en Cuba una temprana implantación, probada en orquestas como la de los Hermanos Castro, Havana Casino, Lecuona Cuban Boys, Bellamar y Hermanos Pala, hasta llegar a las míticas formaciones Sabor de Cuba (Bebo Valdés), Tropicana (Armando Romeu) y la muy singular liderada por Benny Moré. En México, Pérez Prado con la suya revolucionó la música con el mambo, y en Estados Unidos, Machito y The Afro-Cubans, bajo la égida y los arreglos de Mario Bauzá, dejaron las trazas de una auténtica leyenda.
A ese linaje responde Dafnis al emprender Back to the Sunset, pero avanza mucho más. La música que cultiva no se enmarca en patrones nostálgicos. Más bien puede hablarse de una operación simultánea de recuperación y renovación de una estética que otorga una dimensión insospechada –estructural, armónica y rítmica– al jazz afrocubano.
Tal línea de actuación se escucha a lo largo del álbum, aunque también en sus presentaciones en vivo. El pasado enero rearmó la banda en La Habana, durante Jazz Plaza 2019 en el teatro Mella, y resultó una delicia oír Out the Bone, con sus contrastes dinámicos; Danzonish Poupurrit, revisión de las huellas danzoneras, o The Triumphant Journey con sus desplazamientos intergenéricos.
Pudo haber sido el Grammy para Dafnis o no. Entre los nominados se hallaban otro compatriota, el pianista y compositor Elio Villafranca, cuya suite Cinque vale por sí misma una indagación crítica puntual; el clarinetista Eddie Daniels retomando la música del brasileño Egberto Gismonti; el percusionista de origen boricua Bobby Sanabria con el recuerdo de la West Side Story, de Bernstein; y el muy adelantado saxofonista puertorriqueño Miguel Zenón y el Spektral Quartet.
Lo importante reside en el respeto, la altura y la consecuencia con que Dafnis Prieto, en gran formato, rinde culto a un modo de hacer, a una manera de ser.