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Ariel Avilés Marín
Las pirámides de las culturas prehispánicas han ejercido y ejercen una profunda fascinación en la cultura universal. Todo descubrimiento acerca de ellas atrae la atención de un numeroso público que acude ansioso a conocer cualquier detalle sobre ellas. El imaginario colectivo ha puesto a las pirámides un halo mágico que espera con ansias cualquier dato que acreciente esa fascinación; así que, un par de conferencias sobre las pirámides, es causa de una importante afluencia de un heterogéneo público reunido, motivado por ese interés de saber más sobre ellas.
La noche del miércoles 13, en la capilla de Museo Palacio Cantón, fueron impartidas un par de conferencias sobre las pirámides en general por el Dr. Alfredo Barrera Rubio, y sobre la Pirámide de Kukulcán por los arqueólogos José Osorio León, Francisco Pérez Ruiz y María Rocío González de la Mata. Esta actividad se lleva a cabo bajo la gestión del nuevo director de este importante centro cultural, Arq. Bernardo Sarvide Primo.
Abre la noche la docta conferencia de Alfredo Barrera sobre el significado cosmogónico general de las pirámides mesoamericanas. Barrera destaca dos figuras emblemáticas en las culturas madre, la ceiba y el cocodrilo. Nos expone la simbología cosmogónica del cocodrilo, cuya figura es una proyección de la superficie del mundo, su piel es la corteza misma de la tierra, sus espinas son las montañas, y este emblemático reptil está profundamente ligado a la ceiba, es una simbología de las profundas raíces del árbol sagrado. La ceiba tiene una connotación de sobra conocida en la visión de la cosmogonía de las culturas prehispánicas y la comparte con el cocodrilo; la ceiba en la superficie y el cocodrilo abajo.
Las montañas, por su parte, tienen una mágica presencia, están en perpetuo contacto con las nubes y, con ello, cerca de la divinidad, es por eso que muchos sitios sagrados se levantan en la cima de ellas. “Existe una relación profunda entre el paisaje, la montaña sagrada y más, en lugares emblemáticos como Kiahuastlán”, señala Alfredo. “En la montaña se produce la lluvia, escurre y se acumula. La cueva es también portal del inframundo. El ‘accis mundi’ lo integran la ceiba arriba y el cocodrilo abajo y los trece niveles del firmamento”, señaló con firmeza. “Las plazas de los pueblos de Yucatán son una reminiscencia de las concepciones mayas, están orientadas perfectamente a los cuatro puntos cardinales y el centro es el quinto punto; no es casual que la ceiba sea el árbol sagrado y las plazas son un símbolo primordial, y todo esto se materializa en la arquitectura de las grandes ciudades mayas. Las pirámides mayas son pirámides truncadas; en ellas el este es el punto principal; su orientación no es norte-sur, es este-oeste, es decir, salida puesta del sol”.
La charla de Barrera se dirige ahora a Tenochtitlán. Nos indica que el llamado Templo Mayor es en realidad un conjunto de dos pirámides, una dedicada a Tláloc y la otra a Tezcatlipoca y que fueron edificadas hasta en siete etapas. “Todas las pirámides están relacionadas con los equinoccios y los solsticios y están dedicadas a las deidades más importantes”. Su disertación ahora cambia al Tajín, de la cultura totonaca, donde aparece otro importante símbolo, el Árbol de la Vida. “La representación del cocodrilo, también aparece en documentos esenciales, como el Códice Borgia, es una concepción mesoamericana, por eso aparece también en las tablillas de Comalcalco donde sostiene el plano terrestre en Kulubá”, y agrega: “En la región nororiente de Yucatán no hay montañas, así que, ahí, las pirámides son una representación de ellas”. Destaca enseguida la presencia de los mascarones de Chaac y del Monstruo de la Tierra. “Hay una cosmovisión reflejada en las pirámides”, concluye.
Surgen preguntas de los asistentes. Las dos primeras: ¿cómo se aplica la numerología a la cosmogonía?, y ¿cuál es el estilo arquitectónico de Kubulá? Alfredo comenta: “El paisaje geográfico se convierte en concepción cosmogónica, los lugares donde brota el agua son entradas al inframundo. Al entrar a un templo, también se entra al inframundo. La arquitectura de Kulubá se puede ubicar en el estilo chenes, pero con una capa de estuco muy delgada, también se le puede ubicar como un estilo tardío del puuc, pero la abundancia de serpientes nos habla de una influencia de Chichén”.
La segunda conferencia tiene el sugestivo título de “El Castillo de Chichén Itzá, un edificio emblemático”, y la imparten al alimón los tres arqueólogos mencionados. Inicia la exposición José Osorio y van alternando Francisco Pérez y María Rocío González, que nos dice: “El Castillo de Chichén es el edificio de tono mayor de la cultura maya; el templo superior tiene su entrada principal en el lado norte y en el interior tiene cuatro columnas decoradas. La escalera principal tiene dos cabezas de serpientes. La ciudad era un centro de peregrinaje a la llegada de los españoles. El primer registro gráfico del edificio es el de Diego de Landa, lo encontramos en la edición de Relación de las Cosas de Yucatán de 1845. Sus cuatro escaleras simbolizan las cuatro partes del mundo, en lo alto tiene una placeta plana; las ofrendas rescatadas en el Cenote Sagrado nos dan una importante noticia de la conquista. Las primeras fotografías de la ciudad son las de Desiré Charnay en 1868 y las imprime a fines del siglo XIX Alfred Mandslay. Se inicia su exploración en 1917 Manuel Gamio con Santiago Bolio y Arcadio Salazar, quien se convierte en un guardián del lugar. Luego vienen las importantes excavaciones y exploraciones de Eduardo Martínez, Manuel Cirerol y José Erosa Peniche; este último fue muy criticado por sus varias reconstrucciones seguidas después por demoliciones de lo hecho, hasta ajustar las escalinatas a noventa y un escalones; se dijo entonces que la intención de que el edificio sea un símbolo calendárico era más del restaurador que de los constructores. Los detractores no tomaron en cuenta a Landa, que ya había consignado ese número de escalones en sus apuntes del siglo XVI, en que el edificio no había sufrido el posterior deterioro por el prolongado abandono”.
En 1926 se realiza el rescate de la fachada norte; en 1931, Erosa hace el túnel de la escalinata sur y se topa con una estructura al interior. Peter Schmidt realiza el plano de los túneles que se hicieron. La ornamentación del templo superior incluye jaguares, serpientes y rosetones. En 1935, Manuel Cirerol reanuda los trabajos al interior de la pirámide, que son criticados por arqueólogos del centro del país. Cirerol relata: “Estos timoratos desconfiaban de nuestros cálculos y temían el derrumbe de la pirámide”, sus excavaciones le llevan a descubrir las cámaras con el Chac Mool y el Tigre Rojo. “Las paredes estaban en excelentes condiciones y conservaban el estuco, que tuvimos mucho cuidado de no maltratar”, comenta Cirerol. En 1936, se descubren la escalinata interior y la Cámara de los Sacrificios y Cirerol hace la cuidadosa descripción del Tigre Rojo y una fiel narración de los trabajos de excavación y el encuentro del Chaac Mool y el Tigre Rojo. “¡Emoción!”, escribe Manuel Cirerol y agrega: “Actualmente, la cámara está custodiada por una reja”.
De 1930 a 1940 se realiza la serie de fotografías más importantes sobre la pirámide. De 1979 a 1980, Peter Schmidt realiza trabajos de rescate y consolidación de los lados sur y este, se basa en los apuntes de Feliciano Salazar, José Erosa y Manuel Cirerol. “Poca gente sabe de las exploraciones al interior de la estructura”, concluye Francisco Pérez.
Surgen las inquietudes del respetable. Las excavaciones e investigaciones cesan en 1980 ¿debido a la puesta en servicio de la autopista? Los expositores responden: “En primer lugar, la autopista se inaugura hasta 1990, y definitivamente no interfiere en el tema de los rescates arquitectónicos. En Chichén se sigue trabajando, seguimos trabajando, pero los recursos son más difíciles de conseguir en general”, dice Rocío González.
¿Qué relación hay entre el Chaac Mool y el Tigre Rojo? Y ¿En Chichén no hay tumbas, como en Palenque? Francisco Pérez puntualiza: “En Chichén se veneraba dioses, no reyes. Entre Chichén y Palenque hay conceptos diferentes. En Chichén no sobresale un gobernante único, todos son importantes, ninguno sobresale sobre los otros, hay concepciones diferentes, en los bajorrelieves de Chichén, los prisioneros no aparecen humillados”.
Se dice que la tumba del legendario rey Pakal está dentro del cuerpo del castillo ¿Qué hay de eso? Tajante, responde Rocío: “¡No vamos a levantar el castillo, por hallar una tumba!”.
En seguida, el Arq. Bernardo Sarvide Primo hace entrega de sendos reconocimientos a los conferencistas y nos hace saber que las actividades culturales seguirán formando parte cotidiana de la vida del Museo Palacio Cantón, de lo cual nos congratulamos profundamente.