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Cultura

Canción del hombre sin carcel

Mario Ancona Ponce ¡Hermanos! ¡Mis hermanos de todo

el universo!

No somos pertenencias de un amo

omnipotente

que cargue nuestros hombros de miedos y de odios

y exprima nuestro esfuerzo

y venda nuestra carne y

herede nuestros hijos.

¡Nosotros somos hombres!

¡El hombre es el milagro

supremo de la vida!

Es cumbre de la tierra,

es meta de los sueños de Dios,

final sublime

de todo lo creado.

¿Por qué la cruenta hierra

de hombres y de pueblos

atados en rebaños?

¡No somos bestias! ¡No!

¡Ni el mundo es una carcel

de estrecha orografía!

Los ríos y los mares, los

valles, las montañas,

son puertas de cristal.

¡No existe una frontera

geográfica inviolable!

¿Por qué llenar entonces la esfera

del planeta

con esas alambradas de espumas

y de sombras

que burla nuestro amor?

¡El hombre es la frontera del hombre

bajo el cielo!

¡Los hombres son hermanos!

¡Hermanos! ¡Mis hermanos de todo el universo!

No somos resultado fugaz

de la materia,

por siempre encadenados

al giro inacabable

de átomos insomnes y células autómatas

en vértigos mecánicos.

¡Nosotros somos hombres!

¡El hombre es el milagro

supremo de la vida!

Tenemos en la frente la chispa

de un lucero,

tenemos una meta

que rompe las distancias y

alcanza el infinito.

¿Por qué buscar hacernos hermanos

por la sangre

si somos por el alma?

¡No somos bestias! ¡No!

¡Ni el cuerpo es una celda

de venas y colores!

Las razas y las pieles, las

lenguas, los cabellos,

son velos de ilusión.

¡No existe una frontera

biológica infranqueable!

¿Por qué cubrir entonces

la tierra que poblamos

con esas celosías de

voces y pigmentos

que burla nuestro amor?

¡El hombre es la frontera

del hombre bajo el cielo!

¡Los hombres son hermanos!

¡Hermanos! ¡Mis hermanos

de todo el universo!

No somos la jauría que

hambrienta se disputa

la parte que le toca del

mísero botín,

ni estamos condenados a

trágico destino:

matar o, bien, morir.

¡Nosotros somos hombres!

¡El hombre es el milagro

supremo de la vida!

Encima de los dientes tenemos el cerebro,

en medio de las sombras

llevamos, encendido, el sol

del pensamiento.

¿Por qué jerarquizarnos

por músculos y piedras,

puñales y abalorios?

¡No somos bestias! ¡No!

¡Ni el medio es una selva

de instintos y prejuicios!

El oro y la riqueza, las clases, los linajes, son nubes

hechas flor,

¡no existe una frontera

social invulnerable!

¿Por qué colmar entonces

el orbe en que nacemos

con esos enrejados de

envidias y de orgullos

que burla nuestro amor?

¡El hombre es la frontera

del hombre bajo el cielo!

¡Los hombres son hermanos!

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