Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos253En la finca “La Jutía”

En la finca “La Jutía”

vive un tal Juan Barceló

que cierta noche llenó

de asombro la sitiería.

Después de pasar un día

comiendo lechón asado,

col y aguacate morado

se acostó sin presentir

lo que le iba a ocurrir

por llenarse demasiado.

Ya quedándose dormido

cuentan que se le escapó

un viento que le dejó

todo el hogar destruido.

Fue tan grande el estampido

que hasta el vecino del frente

levantándose impaciente

dijo a su esposa Pilar:

lo que acabo de escuchar

es una cosa imponente.

En desastroso desliz

las palmas se temblequearon

y muchas de ellas quedaron

arrancadas de raíz.

No quedó una codorniz

que no dejara su nido

y hasta el verraco aturdido

rompió del corral la cerca

diciendo: vámonos puerca

que te llama tu marido.v

Cuentan que al siguiente día

después que el estruendo oyeron

mil periodistas vinieron

a la finca “La Jutía”.

De Francia, Alemania, Hungría,

de Brasil, Rusia y Japón

llegaban con la intención

de estudiar con sabio acento

el secreto de aquel viento

que sonó más que un cañón.

De todo lo que he contado

surgieron mil cosas más,

pero para lo demás

yo no estoy capacitado,

y si crees que te he engañado

puedes visitar un día

a la finca “La Jutía”

y así sabrás como yo

que el cuerpo de Barceló

le está ardiendo todavía.

Anónimo

 

254La yegua de Lopetey

Voy a hacer la biografía

de un cuento que se ha hecho ley:

la yegua de Lopetey

que a conocerla fui un día.

Cuánta sorpresa la mía

cuando la vi en el corral

con su blúmer de percal

con zipper y ligadura

tapándole la hermosura

trasera del animal.

Este es un caso especial

me dije mientras miraba

cuando al fin me percataba

que eso era descomunal.

Aquel dichoso animal

mostraba un hecho evidente,

tan moral y tan decente

que unos blúmeres usaba,

porque así no le enseñaba

la misicumbia a la gente.

Esa yegua era bastante

presumida y recatada,

muy decente y preocupada

por mantener su talante.

Su perfume desbordante

la hacía más presuntuosa.

Con chancletas color rosa

comía bajo el guayabo

y una gran trenza en el rabo

la hacía lucir preciosa.

Cuando me fui me dijeron

que un potro llegó al corral

y a tan decente animal

los blumers se le cayeron.

Las chancletas se perdieron

corriendo por el batey,

y debajo de un mamey

el potro la aprovechó

y así se desprestigió

la yegua de Lopetey.

Anónimo