Cultura

Un premio justo y necesario

Emiliano Canto Mayén

A la memoria de José Susano Durán Esquivel

Gibrán Burgués es cultísimo. Sus empeños lo han vuelto una de las más eruditas autoridades de historia del Mayab, leyó las primeras veinte páginas de los cinco tomos de Serapio Baqueiro y siempre que encuentra en una cantina a algún estudiante de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY maldice que todos los papeles de Felipe Carrillo Puerto se los hayan llevado los españoles al Archivo General de Indias en Simancas, donde los fueron a consultar don Jorge Ignacio Rubio Mañé y Silvio Zavala Vallado. Sostiene que Mérida era la Ciudad Blanca porque Felipe el Hermoso mandó erigir los arcos en La Mejorada en honor de la reina Blanca de Castilla, nacida en 1188 y fallecida, en Melun, en 1252.

Con estos antecedentes, en tiempos del gobernador Patricio Patrón Laviada –en los albores de este milenio– se sugirió que don Gibrán fuera nombrado cronista vitalicio del Estado Libre y Soberano de Yucatán. Con supremo gesto de valía intelectual, Burgués rechazó el título argumentando que “sabía que podría hacer mucho más por Yucatán que cualquier mérito atribuible hasta ahora”.

Ante este desaire, el aparato oficial solicitó que Gibrán Burgués fuera nombrado presidente de la comisión encargada por el Congreso del Estado para crear una presea y una cátedra que rindiera un justo tributo a los estudiantes de origen maya campesino que alcanzaran renombre en las artes, ciencias y letras. Como se trataba de un encargo autónomo y que no lo haría perder su carácter de ciudadano libre de todo partidismo, Burgués aceptó y estudió con ahínco varios domingos, después de escuchar misa en Catedral y el sermón de Su Excelencia Emilio Carlos Berlie de Belaunzaran.

Burgués propuso que la máxima presea recibiera el nombre de “Doctor Justo Sierra O’Reilly a la identidad joven maya” y la comisión del Congreso aplaudió la propuesta y la aprobó por unanimidad. En su primera entrega se le concedió al joven estudiante de la licenciatura en historia Elías Can May, originario de Tetiz, hijo de Noé del Corral y de Socorro. Debido a que este abnegado hijo de campesinos, tan solo hablaba el idioma de Tutul Xiu, a Gibrán Burgués le correspondió traducir sus palabras ante los congresistas: Can May, en los términos de Burgués, se sentía emocionado y orgulloso, agradecía a las autoridades la beca que le permitiría irse a estudiar un doctorado a Sevilla, donde buscaría en el Archivo de Indias todo lo relativo a Felipe Carrillo Puerto y traería copia de hasta el último expediente de Salvador Alvarado que se había llevado, sin consentimiento del pueblo, el pérfido Francisco de Montejo.

Por último, Can May agradeció a los congresistas por preservar el conocimiento de grandes hombres que lucharon para que los mayas fueran reconocidos y salieran al extranjero, tal y como fue el caso del doctor Justo Sierra O’Reilly, Carlos Castillo Peraza, Gómez Morín y don Olegario Molina Solís, entre muchos otros. En ese punto, todas las bancadas se fundieron en un mar de aplausos, a decir de David Rico.

Para celebrar al recipiendario de la presea “Dr. Justo Sierra O’Reilly al estudiante indígena del Estado de Yucatán” se ofreció un banquete a Can May en el restaurante La Casta Divina, ubicado en la calle 59 de centro de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Mérida, la de Yucatán.