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Krall & Bennet y la máquina del tiempo

Cuando Diana Krall nació en 1964, Tony Bennett había recorrido un buen trecho en el camino de la música. Con su apellido americanizado, el joven Anthony Dominick Benedetto, del barrio neoyorquino Queens, dio en el blanco al grabar, a instancias de Bob Hope, la canción Boulevard of Broken Dreams en 1950 y a lo largo de esa década pasó a ser una de las figuras más populares en los programas de televisión.

La Krall no se desprendió de su natal Canadá hasta que en 1981 obtuvo una beca en el prestigioso Berklee College de Boston, pero desde mucho antes, contrario a la mayoría de sus coetáneos, dejó de lado el rock para sumergirse en el torrente del jazz cultivado por sus padres. Sabía de memoria los temas de Fats Waller, orientados al swing y el blues, admiró a Nina Simone y Roberta Flack, y se dejó guiar por el promotor Ray Brown, quien la convenció a establecerse en Los Ángeles y desarrollar una carrera como pianista y cantante.

A los 92 años de Bennet y los 54 de Krall, un nuevo encuentro generacional se produjo durante el verano de 2018 y su resultado, el álbum Love is here to stay (Verve Records) lleva desde entonces 25 semanas consecutivas entre los diez discos de jazz más gustados por los aficionados de acuerdo con la revista Billboard.

La entrega es puro Gershwin; catorce canciones compuestas por George con letras de su hermano Ira. Diez de ellas cantadas a dúo y las restantes repartidas a partes iguales entre Bennett y la Krall. Cada una de las canciones posee, por derecho propio, una dimensión clásica, no solo otorgada por el tiempo, sino por su representatividad en la evolución de la música popular norteamericana de la primera mitad del siglo XX, tales los casos de They can’t take that away from me y Oh, Lady be good (1924); Is Wonderful, con la que los Gershwin abrieron en 1927 la revista Funny Face en Broadway; I got rhythm (1930), devenida estándar en las bandas de jazz de la era del bebop; y la que da título al álbum Love is here to stay (1938), popularizada por la banda sonora del filme Un americano en París (1951), al ser interpretada por Gene Kelly y Leslie Caron.

La recepción de la crítica ha sido favorable. La revista Downbeat destacó: “Así como la sal y la pimienta pueden trabajar juntas en una receta, la voz autorizada de Bennett y la entrega más delicada de Krall se complementan entre sí, y varias melodías concluyen con un delicioso canto al unísono”. Jazz Times se atrevió a formular una comparación: “La música tiene una calidad atemporal que se mantiene hasta alcanzar los estándares dorados de otras grabaciones a dúo, como las de las sesiones de 1956 de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong”.

Particularmente para Bennet, el tema Fascinating rhythm (1924) significaba un estímulo emocional. En uno de sus primeros registros en estudio hacia 1948, haciéndose llamar Joe Bari como seudónimo artístico, incluyó esa canción. Al retomarla ahora pareciera completar un extenso capítulo de su carrera, en la cual los Gershwin han tenido un gran peso específico.

Bennett y Krall no llegaron a este álbum desde un punto cero. Ambos se habían reunido en el disco de blues de Bennett Playing with my friends (2001) y luego en Duets (2006). De la empatía que favoreció esta nueva experiencia habló el veterano: “Ella es muy natural, encajamos con solo probar cada canción”. El ajuste de la Krall proviene de un concepto que puso en juego durante las sesiones en estudio: “No tengo la capacidad técnica para estirar las notas. Lo que hice fue retroceder un paso y dejar que Tony fuera él mismo. Hay algunos finales en los que simplemente decidí que él debería tenerlos, no tengo que cantar todos los finales con él”.

La pianista y vocalista rechaza la idea de que el encuentro sea un guiño a la nostalgia. “Tienes a Tony Bennett cantando esas letras y suenan como si estuvieran escritas la semana pasada”, porque “tiene la capacidad de actualizar cada historia y buscar la manera de que la gente relacione lo que escucha con lo que vive hoy”.

Si la producción es un suceso, se debe también a la implicación del trío del pianista Bill Charlap. Adecuado balance acústico y sentido del acompañamiento. Puro Gershwin, puro jazz.

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