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Seis estados aprueban reforma de supremacía constitucional

Cultura

Ecos de mi tierra

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Condones, por favor

En la farmacia un señor

le dijo a la dependiente:

He venido solamente

para aclarar un error,

los condones, por favor,

no me están saliendo bien.

Y un viejito del andén

dijo, levantando un brazo:

Comunícale de paso

que se joroban también.

Julio Martínez

282

Una farmacia en Navajas

Un campesino llegó

a una farmacia en Navajas

y de Viagra cuatro cajas

al punto solicitó.

La mujer le preguntó:

¿Tiene la receta ahí?

Y el hombre le dijo así

con su típico lenguaje:

La receta no la traje

pero el enfermo está aquí.

Orestes Pérez

283

Autorretrato

Llegué a los ochenta y cinco

y, por lo viejo que estoy,

ya cada paso que doy

me parece que es un brinco.

Si me arrodillo me hinco,

si me apuro me estropeo,

si me agacho me mareo

y –cuando voy caminando–

siento que de vez en cuando

se me escapa algo muy feo.

Luis Gómez

284

La máquina de coser

Fui a visitar a una isleña

muy vieja y amiga mía

a una casa que tenía

de tejas, pero hecha leña.

La sala era muy pequeña,

solo un cuarto desahogado

y un catre desbaratado,

propiedad de su marido

antes de haber fallecido

por un gripe mal cuidado.

La vieja tuvo renombre,

yo desde niño sabía

que era modista y que hacía

ropa de mujer y de hombre.

Dijo al verme: No se asombre,

que hoy quiero un favor, pepillo.

Pero no era tan sencillo,

era empujar y meter

la máquina de coser

al cuarto por un pasillo.

El pasillo estaba estrecho

y oscuro, no se veía,

era largo, y yo tenía

que darle al asunto el pecho.

Yo me puse más derecho

que una vela en realidad.

Me dijo: Ten voluntad

y empuja con decisión.

Y en el primer empujón

la metí hasta la mitad.

Singer y sin engrasar,

era de hierro una bola

y eso era claro, ella sola

no la podía empujar.

Meterla en aquel lugar

era un sacrificio orondo;

pero otra vez correspondo

con fuerza y con decisión

y, en el segundo empujón,

casi la metí hasta el fondo.

Yo por irme estaba loco

pero ella no renunciaba

al pedazo que faltaba,

aunque faltaba muy poco.

Nuevamente me coloco

al lado de la gaveta.

Ella me dice: La meta

es meterla en el rincón.

¡Y en el tercer empujón

sí se la metí completa!

Bueno, acabé sin resuello

y agotado de empujar.

No me quisiera acordar

ni un momento más de aquello.

Casi que fue un atropello

tanto empujar y meter;

pero ustedes van a ver

que en esta vida compleja

yo no le empujo a otra vieja

la máquina de coser.

Héctor Peláez Agüero

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