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Cultura

Así hablaba Zaratustra, de Federico Nietzsche

Conrado Roche Reyes

Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así.

“¡Tú, gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas! Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna; sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.

”Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.

”Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres con su riqueza.

”Por ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!

”Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!

”¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!

”Mira, ¡esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre!”.

Así comenzó el ocaso de Zaratustra.

Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a los bosques apareció de pronto un anciano que había abandonado su santa choza para buscar raíces en el bosque. Y el anciano habló así a Zaratustra:

“No me es desconocido este caminante que hace años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra, pero se ha transformado. Entonces llevabas tu ceniza a la montaña ¿Quieres llevar hoy tu fuego a los valles? ¿No conoces los castigos que imponen a los incendiarios?

”Sí, reconozco a Zaratustra. Puro es su ojo, y en su boca no se oculta náusea alguna. ¿No viene hacia acá como un bailarín?

”Zaratustra está transformado. Zaratustra se ha convertido en un niño. ”Zaratustra es un despierto. ¿Qué quieres hacer ahora entre los que duermen?

”En la soledad vivías como en el mar, y el mar te llevaba. Quieres bajar a tierra. Quieres volver a arrastrar tú mismo tu cuerpo”.

Zaratustra respondió: “Yo amo a los hombres”.

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