Cultura

El arte al encuentro del público

Pedro de la Hoz

Lo que caracteriza a la XIII Bienal de La Habana no es el escándalo efímero ni la sombra de la censura, como ciertos medios pretenden implantar como matriz de opinión. Que alguien aspire a obtener un aval artístico –yo diría político por el origen de sus patrocinadores– haciendo correr a niños y adolescentes con banderitas norteamericanas por una calle habanera, no pasa de ser una pésima performance al servicio de los anexionistas de siempre. Por otra parte, la presencia de más de 300 artistas de 52 países, representativos de las más diversas tendencias estéticas y discursos ideológicos, en decenas de galerías, instituciones y espacios abiertos de La Habana y otras cuatro ciudades de la isla, hacen quedar mal a los que previeron obstáculos para la libertad de expresión en la cita antillana.

Después de observar buena parte de los actos de la Bienal, diría que el rasgo principal de esta pasa por el afanoso intento por subvertir la función y el lugar del arte y el artista en la sociedad. Junto a exposiciones colectivas e individuales, no pocas de ellas experimentalmente provocadoras y hasta disruptivas, pero a fin de cuentas organizadas bajo convenciones prestablecidas, coexisten otras en las que el artista se propone dialogar con el público en el escenario donde transcurre su actividad cotidiana.

No me refiero al arte monumentario o ambiental que toda la vida se ha mostrado en plazas, calles, fachadas y parques, sino a este otro que irrumpe como una sorpresa, altera los códigos estéticos de recepción y propone una aventura tropológica en el imaginario de tantas personas.

A este principio obedece la tercera versión de la megaexposición Detrás del muro, curada por el infatigable Juanito Delgado, quien convocó a cerca de 70 creadores de nueve países para que realizaran obras expresamente destinadas a ser ubicadas en el paseo del Malecón, la explanada del Castillo de la Punta, el Parque Maceo y un tramo del Paseo del Prado. Algunos de estos llegaron a plantearse acciones que involucraron a sectores del público, como fue el caso de la obra Transfusión, mediante al cual los niños reinventaron al aire libre lo que les sugerían varias mangueras de colores.

La crítica del diario Granma, Virginia Alberdi, subrayó cómo en esta oportunidad los participantes en Detrás del muro “siguieron básicamente tres líneas de trabajo: una, la que privilegia el lenguaje conceptual; otra, la que da preponderancia a los aspectos lúdicos; y una tercera, muy apreciada por el público, la performática, es decir, la que propone acciones cíclicas o efímeras, de duración determinada”, aunque también hizo notar los aportes de quienes eligieron dialogar e intervenir el patrimonio edificado circundante. Esa fue, por ejemplo, la decisión de la peruano-estadounidense Grimanesa Amorós, una de las más internacionalizadas artistas concurrentes a la Bienal, con su deslumbrante Mariposa Dorada.

Detrás del muro sigue atrayendo propuestas, como la que esta semana quedaría al fin instalada, obra de una joven artista cubana que persiste en hacer a los transeúntes parte de la propia realización. Mediante un cubo que refleja, distorsiona y transmuta a la gente que se acerca al objeto tridimensional, Rachel Valdés desea repetir la experiencia de sus anteriores contribuciones a este múltiple escenario abierto.

También esta semana debe inaugurarse el corredor cultural de la calle Línea, en la céntrica urbanización de El Vedado, encaminado a transformar la vía en un punto de encuentro de diversas manifestaciones artísticas, a partir de un diseño coherente.

En Cienfuegos, al centro y sur de la isla, ocho creadores locales, jóvenes pero experimentados, se adueñaron del Muelle Real, en la bahía, para desarrollar un proyecto de intervención escultórica, que ha atraído a numerosos visitantes y lugareños por la manera original de incidir sobre el entorno, incluso el agua.

Habría que estudiar cuánto estas propuestas han cambiado la mirada de los espectadores, qué sedimentos dejan en sus pupilas y mentes. Pero el solo hecho de plantearse una Bienal de Arte de cara a públicos diferentes, da la medida de un empeño revelador.