Pedro de la Hoz
Al recibir la noticia de la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes al teatrista inglés Peter Brook, me trasladé en la máquina del tiempo a los años de la segunda mitad del siglo XX en que los muy jóvenes de entonces tratábamos de ponernos al día con las corrientes escénicas de avanzada.
Si nombres como el del polaco Jerzy Grotowski o el Muppet Theatre de San Francisco eran referenciales, también resultaba inevitable tropezar con Brook y la filmación de su montaje de Marat Sade, obra con la que el alemán Peter Weiss había demostrado, como lo hizo después con La indagación, del mismo autor, que podía renovarse la escena y a la vez cuestionar valores establecidos en la política y la moral.
Es el mismo Brook que luego en el cine nos conmovió con la versión a la pantalla de una buena novela, El señor de las moscas, de William Golding, mucho más penetrante al ser plasmada al celuloide.
Pero es el teatro el territorio donde Brook se mueve a sus anchas, desde que estuvo al frente de la compañía real británica. Títulos como Medida por medida (1950), La tempestad (1955) o La visita (1958), además de El rey Lear (1962), The Screens (1964), Timón de Atenas (1974), Ubu Rey (1977), El jardín de los cerezos (1981), La conferencia de los pájaros (1976) y la ópera La tragedia de Carmen (1983), lo auparon a un primer plano.
En 1985 se atrevió a presentar Mahabharata, montaje de seis horas de duración. Cuatro años después, volvía a la carga política y social con ¡Levántate, Albert!, un drama sobre la discriminación racial en África. Brook no descansa. Entre sus últimos trabajos se encuentran Sizwe Banzi est mort (2007), Eleven and Twelve (2009), Warum Warum (2010), The Prisoner (2018) y Why, que se estrenará en junio de este año.
También son apreciados sus libros de crítica y análisis teatral, en especial El espacio vacío (1968), vademécum sobre lo que debe ser el arte escénico en tiempos de cambio.
Caballero de la Legión de Honor de Francia y Comandante de la Orden del Imperio Británico, Peter Brook es doctor honoris causa por varias universidades y miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Ciencias, entre otras. Larga es la lista de lauros: premios Tony, Emmy, Molière, Laurence Olivier, y los codiciados Nonino (Italia, 1991), Kioto de Artes Creativas y Ciencias Morales (Japón, 1991), el Gran Premio de la Escena de la Villa de París (Francia, 1995), el Praemium Imperiale (Japón, 1997), Ibsen Internacional (Noruega, 2008) y Molière de Honor (Francia, 2011).
Repasar la trayectoria de Brook es estimulante, mucho más cuando nos reta a reinventarnos cada día.