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Cultura

Por Conrado Roche Reyes

Nuevo y excelente libro de Manuel Calero

Escribir acerca de Manuel Calero siempre es un placer y aún más cuando se trata de un libro suyo, eso sí constituye un verdadero y profundo sentimiento de gusto por leer de un tirón sus obras literarias. Calero siempre es garantía de buena vibra en sus textos, sea cual sea la temática que aborde, seguro está uno de que se deleitará con la lectura. Manuel fue mi mejor amigo durante muchos años, amistad que perdura hasta la fecha, aun cuando ya no nos frecuentemos como antes; además, ambos ya obtuvimos nuestros respectivos, como diría él, “estate quieto”, la cuestión de la fraternidad continúa y creo con mayor fuerza que en los tiempos de vino y rosas.

Tuvo la gentileza de enviarme su último libro impreso que lleva por título Narraciones ordinarias. Antología personal que, en efecto, tiene mucho de antología, pero que son extraordinarias. Como antes digo, fue un verdadero deleite leer y en muchos casos releer algunos de sus cuentos y relatos. Me siento muy identificado con este libro; es más, en alguno soy –pienso–personaje inherente. Con toda franqueza, expreso sin temor a equivocarme que formo parte del mismo. El lenguaje de Calero es directo, con algunas imágenes impresionantes. No es apto para aquellos escritores o lectores con demasiados retorcimientos lingüísticos, presuntuosos, engreídos o demasiado exquisitos. Es súper directo, diría yo.

En su literatura existen profundas influencias. No solo muestra su época, sus circunstancias tal como eran, y lo hace sin omitir sus aspectos más hermosos ni tampoco los más desagradables. De hecho, suele incluir la pobreza, el racismo, el sexo, los prejuicios, la enfermedad, la prostitución, la suciedad y la muerte tratada de una manera exenta de dramatismo –que es lo que rechazan los exquisitos–. El consigue ser muy directo y franco. En ocasiones fuertemente pesimista, y sutilmente niega la libertad a sus personajes –en ciertos pasajes, aunque parezca contradicción, otorgándoles una condición libérrima–, refugiándolos en su pesimismo determinista, afirmándoles las condiciones sociales y naturales de los personajes les impiden vivir de acuerdo con su voluntad.

En este sentido, Calero está interesado en abordar sus obras intentando identificar las fuerzas ocultas que influencian las acciones de los personajes.

Esas fuerzas serían principalmente el ambiente en el que estos personajes crecen y operan. Así como la herencia que reciben o, en otras palabras, la posición social y económica que ocupan. Generalmente se preocupa por mejorar la condición humana.

Habla Manuel Calero en un párrafo de uno de sus relatos: “…El sol había teñido de amarillo los muros y puertas de la ciudad, incitando el letargo de la tarde. Las torres del convento hundían las cruces del campanario en el cielo resplandeciente conforme avanzábamos por la estrecha calle de la estación. Solo el sonido metálico de los pasos del caballo estremecía el silencio de los adoquines. La visión del convento me hizo pensar de nuevo en mamá, en sus modestas recomendaciones: ‘Cuando vayas a algún lugar, lo primero que debes hacer es visitar su iglesia. No olvides de hacerlo hijito’. Y mis ojos se cubrieron de frailes, mejor dicho de sombras encapuchadas que recorrían el mármol de las paredes en la nave central, manchando de negras figuras las tapias y sus inscripciones. Los cirios del altar iluminaron nombres y apellidos en el eterno silencio del descanso…”.

Hermoso e imponente ¿verdad? Así escribe Manuel, las antípodas de la literatura dosmilera que nos agobian hoy. Y es que Manuel estudio su primera infancia en un colegio de madrecitas espirituales (¿recuerdas a don Remigio?) en su Izamal omnipresente.

Como es mi costumbre siempre que alguien tiene la delicadeza de obsequiarme un libro propio, Manuel Calero, apreciado colaborador de POR ESTO! escribió lo siguiente: “Entrañable amigo Conrado (alias “Conro”), admirado escritor, compañero de los mejores tiempos, te envío lo ultimo de mis esfuerzos que espero te agraden…

”Con todo mi afecto: Manuel Calero”.

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