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Cultura

Luis Carlos Coto Mederos431La muerte de un borracho

Cuando falleció Gregorio

debido a una borrachera,

sus socios de tomadera

acudieron al velorio.

El caso fue muy notorio

de esta muerte de repente.

Comentaba un asistente

que su muerte se debió

a que ese día se tomó

un garrafón de aguardiente.

Para olvidar la tristeza,

los amigos de Gregorio

llevaron para el velorio

treinta cajas de cerveza.

Hay un doliente que empieza

a llorar por una orilla.

Aquel dolor lo aterrilla:

hasta un ataque le dio;

pero también se tomó

un litro de coronilla.

Cuando el carro funeral

vino a buscar al difunto,

eso fue de aquel asunto

lo triste y sentimental.

Los gritos de cada cual

resonaban en el cielo

y queriendo dar consuelo,

un borracho que llegó

con tristeza se brindó

para despedir el duelo.

Con tristeza y con dolor

hoy le doy la despedida

a quien fuera en esta vida

ejemplo de un tomador.

Pero el destino traidor

tronchó su vida ejemplar

y es honrado declarar

que estando de tomadera

con él en la cervecera,

nunca tuve que pagar.

Ya sé que te vas, Gregorio,

a otro mundo que no has visto

y le estoy pidiendo a Cristo

no te mande al purgatorio.

De este mundo transitorio

elevo mi rogativa:

Que San Pedro te reciba

y cuando llegues allá,

él te diga donde está

la pipa por allá arriba.

José Martín Darias

432Cuyují de harina

Salí a dar un paseo

con mis nietos que corrían

y encontré donde vendían

galletas al menudeo.

Había tremendo ajetreo

y me acerqué para ver

que gritaba una mujer

a mi vecino Perucho:

¡Al que no traiga cartucho

no se le puede vender!

En eso busqué un papel

porque las necesitaba,

y al no tener una jaba

me remediaba con él.

Y en el mismo instante aquel

una galleta cogí,

pero no me la comí,

a pesar que la mascaba,

porque, compañero, estaba

más dura que un cuyují.

Me hizo una herida en la encía,

un diente me lo partió,

la lengua me la raspó,

que me duele todavía.

Un amigo me decía

cuando me vio protestar:

Con ella puede evitar

que le crezca la patilla,

úsela como cuchilla

cuando se vaya a afeitar.

Me agradó tanto el consejo

que el compañero me dio,

que por mi mente pasó

un aceptable reflejo.

Poniendo en juego el pellejo

una galleta busqué,

con ella me “nivelé”

porque no había más remedio,

la dividí medio a medio

y con ella me afeité.

W. Santiler

433El lobo

El lobo con su jauría

rompe el silencio boscoso,

y su aullido tenebroso

es horror y es poesía.

La lúgubre sinfonía

resuena entre selva y cielo,

y un calvo sueña en desvelo

hasta el mismo amanecer,

añorando por tener

del lobo, aunque sea un pelo.

José Antonio Fulgueiras

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