Síguenos

Última hora

Roban un bar y una mueblería a unos metros de la Comandancia Municipal de Kinchil

Cultura

De cómo le crecieron las orejas al conejo

Ivi May Dzib

Versión para teatro estudiantil a partir de un texto de Elisa Ramírez Castañeda

Un par de niños están viendo el cielo, llegan otros dos

I

NIÑO 1: ¿Qué buscan en el cielo?

NIÑO 2: Nada. Solo estamos viendo la luna.

NIÑA 1: ¿Para qué?

NIÑO 2: Nada más… para verla.

NIÑA 2: Ustedes son muy raros.

NIÑO 1: ¿Ya se fijaron que hay un conejo en la luna?

NIÑA 2: No es un conejo, son montañas y cráteres, aunque de lejos se vea como si fuera un conejo no lo es.

NIÑO 2: Uy, qué aburrida eres, imagina que es un conejo y ya.

NIÑA 1: ¿Y para qué vamos a imaginar algo que no es?

NIÑO 1: Porque es divertido.

NIÑA 2: A mí me suena más que a puros cuentos.

NIÑO 1: Por eso, los cuentos muchas veces suelen ser muy divertidos.

NIÑA 2: A mí me aburren.

NIÑO 2: Igual y porque no te los cuentan bien. Los cuentos no aburren.

NIÑO 1: Siempre dependerá de la manera en la que te los cuenten. Si quieren les cuento uno.

NIÑA 2: Mejor no, ya nos vamos a nuestra casa.

NIÑO 2: Solo uno, si no les gusta pues entonces se van.

NIÑA 1: Bueno, está bien.

NIÑO 1: ¿Saben por qué los conejos tienen las orejas bien largas?

NIÑA 2: Así es su genética, todos los animales tienen características diferentes para poder adaptarse al medio ambiente.

NIÑO 1: Que no. Bueno, yo tengo una mejor respuesta.

NIÑA 1: No hay mejor respuesta que la que podemos encontrar en los libros.

NIÑO 1: Pues la historia que te voy a contar también está sacada de un libro.

NIÑO 2: La historia de Juan Conejo.

NIÑO 1: Así es, esta es la historia de cómo le crecieron las orejas a Juan conejo y a todos los demás.

NIÑA 2: Bueno, pues a ver, pero si no nos gusta nos vamos.

NIÑO 1: Hace muchísimo tiempo, poco después del principio de las cosas, los animales, los hombres y los Dioses vivían en concordia, casi todos eran felices con lo que les habían dado.

NIÑO 2: Un día el conejo se paró delante del sol y se dio cuenta que su sombra era muy chica y eso no le gustó para nada.

NIÑO 1: Pensó entonces en ir a donde vivía el Gran Dios y pedirle que lo hiciera más grande.

NIÑO 2: Comenzó a ir, ir, ir, hasta que llegó a donde era su casa. Tocó.

Aparece el ayudante del Gran Dios que abre la puerta

AYUDANTE: ¿Qué quieres, Juan Conejo?

JUAN: Quiero hablar con el Gran Dios.

AYUDANTE: ¿Y para qué quieres hablar con él?, ¿qué es lo que deseas?

JUAN: Vengo a pedirle que me haga más grande, no me gusta estar así de chico.

AYUDANTE: No sé si ahora esté aceptando peticiones. Espérate, voy a avisarle.

El ayudante va a informarle al gran Dios sobre las intenciones de Juan Conejo

AYUDANTE: Disculpe que lo interrumpa, señor, pero allá afuera está Juan Conejo quien viene a hacerle una petición extraña.

GRAN DIOS: ¿Qué clase de petición es esa?

AYUDANTE: Pues dice que es muy pequeño y que no le gusta estar así, que le gustaría ser más grande.

GRAN DIOS: No, no, no, si lo hacemos más grande, quién sabe qué fin tendrá. Si así de chiquito es tan travieso y latoso, imagínatelo grande. Es mejor que se quede así.

AYUDANTE: Yo también pienso lo mismo, pero si le dice que no, quién sabe cómo se lo tomará, es capaz de hacer una huelga de hambre, o quizá algo peor y si lo hace que pasará con su descendencia, necesitamos que esté bien.

GRAN DIOS: Ya sé, vamos a hacer como que le damos gusto: le pondremos una condición difícil. Si la cumple, lo agrandaremos; si no la cumple, así lo dejamos.

AYUDANTE: Pero tendrá que ser algo realmente difícil para que no lo pueda lograr.

GRAN DIOS: No te preocupes, que de eso me encargo yo. Hazlo pasar.

Ayudante va donde se encuentra Juan Conejo

AYUDANTE: Juan Conejo, el Gran Dios te recibirá y podrás decirle lo que quieres.

Van con el Gran Dios

Continuará.

Siguiente noticia

La República de las Letras