449
La fiesta del león
En la fiesta del león,
no apta para cobardía,
se eliminó a la jutía,
a la liebre y al ratón.
La primera invitación
fue al tigre. Llegó temprano
y señaló muy ufano
al gato, que era su amigo:
la fiera viene conmigo,
él es mi padrino enano.
José Antonio Fulgueiras
450
Don Inufio
Don Inufio Baltazar,
según dijo la mujer,
un día empezó a crecer
no sé ni por qué lugar.
Ella lo pudo notar
con alegría y contentó
y al preguntarle, al momento
don Inufio respondió:
es que ahora riego yo
abono de crecimiento.
Anónimo
451
Los pregones
En el portal de mi casa
un buen día me senté
y con placer disfruté
al pregonero que pasa.
Uno decía: Calabaza,
tomate, ajo, cebolla.
Otro que arregla la olla.
Vendo raspadura a peso.
Otro que llevaba queso
y un reloj que era una joya.
El pan tostadito, el pan
y la buena mantequilla.
El buen cepillo y la horquilla
y empellas en celofán.
Llevo rosa y tulipán.
Traigo la buena toalla.
Llevo medias y una saya.
Se acaba el limón criollo.
Señora, el muslo de pollo.
Aquí, jabitas de malla.
Seguí escuchando pregones:
El platanito maduro,
el dulce de coco puro,
caramelos y bombones.
Vendo broches y botones,
perfumes, desodorantes,
también aromatizantes,
jabón y esmalte de uñas,
el cake lo vendo por cuñas,
y una cortina elegante.
Aquí llevo mantecado,
señoritas y pasteles.
Uno vendía manteles
y otro llevaba pescado.
Pasó el carrito de helados,
mientras vendían morcillas,
patas de cerdos, costillas,
y por allá galletones.
El que siga los pregones
se queda sin una astilla.
Gladys Betancourt Herrera
452
No me lo pusieron
Puso la naturaleza
o Dios, me dicen algunos,
en lugares oportunos
de los cuerpos cada pieza.
El cerebro en la cabeza
para guiar cada acción,
en el pecho el corazón
que marca el ritmo cardiaco
y de órganos un ajiaco,
todos en su posición.
Para las transportaciones
nos puso también los pies,
más importantes tal vez
que el hígado o los riñones.
Cumpliendo varias funciones
boca, dientes, lengua, encía,
y yo pensaba y decía:
No estoy contento con eso,
¿por qué no me puso un hueso
donde más falta me hacía?
Alberto Felipe Erín
453
La guayabera fantasma
Me compré una guayabera
fragante, pero de uso,
sin saber quién se la puso
y el dueño qué tipo era.
Me quedaba de primer,
siempre puesta la traía;
y una noche oscura y fría
escuché en forma discreta:
Cuídamela bien, poeta,
que esa guayabera es mía.
Anónimo