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Cultura

Banksy vuelve a la carga

Pedro de la Hoz

Banksy no podía perderse la Bienal de Venecia 2019. Si, como se dice, la megaexposición de la ciudad italiana de los canales goza del prestigio de ser uno de los escaparates más promocionados de la creación visual contemporánea, el que quizás sea el más controvertido personaje de la escena artística internacional debía hacerse sentir allí de una u otra manera.

Aunque nadie sabe a ciencia cierta quién es –se sospecha nació en Bristol, Inglaterra, y suma entre 40 y 50 años de edad–, Banksy se las arregló para llegar a Venecia y dejar, apenas unas horas después de la apertura del evento, una primera huella en la trama citadina.

En un muro vecino al Palacio Foscari, pintó la imagen de un niño inmigrante, enfundado en un chaleco salvavidas, con una bengala en la mano, como quien pide auxilio. La zona es bastante concurrida, cerca del Campo Santa Margherita, donde los estudiantes suelen reunirse en la noche. La imagen es visible para los que navegan por el Gran Canal o admiran el paisaje desde un puente cercano.

Hubo dudas acerca de la autoría de la obra, prontamente despejadas por el propio artista al publicar en su cuenta de Instagram –utiliza con frecuencia y acierto las redes sociales para dar a conocer sus acciones– una fotografía del muro, con lo que revivió en la memoria de muchos la sorprendente pintada de 2015 aparecida en una pared del campo de refugiados de la ciudad francesa de Calais, en la que muestra a Steve Jobs, el finado poderoso empresario del sector de la informática, con una bolsa de basura a cuestas.

No hizo falta esta vez que la firma británica Pest Control –vaya nombre, control de plagas– autentificara la obra veneciana. Pest Control, de acuerdo a su objeto social, es un servicio que actúa en nombre de Banksy y responde consultas a fin de determinar o no la autoría de obras para “evitar que personas inocentes se conviertan en víctimas de fraude”.

A Banksy no le bastó con pronunciarse a favor de los emigrantes africanos que arriban por oleadas a Italia y otros países europeos huyendo de conflictos bélicos y crisis humanitarias originados en buena medida por viejas y actuales políticas de las antiguas metrópolis coloniales y los intereses hegemónicos estadounidenses.

También la emprendió contra la desfiguración y sobrexplotación del destino turístico veneciano. Contrató a un sosias, enmascarado con sombrero y páginas de diarios que supuestamente leía, para que instalara en medio de la Plaza de San Marcos una exposición callejera. Venecia in oil consistió en unos cuantos lienzos que, vistos de conjunto, conformaban un enorme crucero varado en el Gran Canal, rodeado por góndolas repletas de turistas.

Hace dos años, la Unesco dio un ultimátum a Venecia para que limitara el número de turistas so pena de incluirla en la lista de Patrimonio en Peligro, en la que ya están inscritos lugares inmersos en graves conflictos como Alepo, en Siria.

A Venecia llegan a diario más de 75,000 turistas, con graves implicaciones en el ecosistema de la laguna, problemas de tráfico, distorsión del paisaje de la ciudad y éxodo de la población local.

La policía reprendió al individuo por no contar con licencia para mostrarse públicamente y obligó a desmontar su intervención. Ello quedó documentado en un video que subió al ciberespacio. Desde Instagram, Banksy volvió a la carga con este comentario: “Montando mi stand de la Bienal de Venecia. A pesar de ser el evento de arte más grande y prestigioso del mundo, por razones que desconozco, no he sido invitado nunca”.

Mientras Banksy es noticia en Venecia, despliega una exposición con todas las de la ley en la española Málaga, desde mediados de mayo, en el centro cultural La Térmica.

La muestra se titula Banksy, el arte de la protesta y se extenderá hasta el 15 de septiembre. La producción, a cargo de las firmas IQ Art Management y Sold Out, transita por la senda recorrida antes por Banksy, ¿genio o vándalo?, visitada –cuidado con las cifras aportadas por estas entidades– por más de 60,000 personas en Moscú, San Petersburgo y Madrid.

Alexander Nachkebiya, comisario de la exposición la presentó así: “Banksy ha adquirido la categoría de fenómeno y es uno de los artistas más brillantes e importantes de nuestro tiempo. Su trabajo es un desafío para el sistema, una protesta, una marca extremadamente bien construida, un misterio, una desobediencia a la ley… Queremos que cada visitante de esta exposición pueda resolver por sí mismo quién es realmente Banksy, si genio o gamberro, si artista o empresario, si provocador o rebelde. Nuestra exposición pretende mostrar la profundidad del talento de Banksy, sus múltiples capas y dimensiones para que sean los propios visitantes quienes piensen y decidan. Su trabajo, siempre actual y muy completo, profundiza en el alma de cada uno de nosotros”.

Las disyuntivas planteadas por el ¿experto o negociante? –cabe preguntarse también qué papel juega Nachkebiya en el tinglado– no pueden ser respondidas fácilmente. Tal vez Banksy, más cínico que activista, sea una y otra cosa a la vez. De lo que sí estoy seguro es que cuando irrumpe, provoca un sismo en el mundo del arte.

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