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Cultura

La Virgen por las calles de Tekal

José Iván Borges Castillo*

Un intenso olor a flor de mayo se impregna en todo el ambiente de la iglesia de mi pueblo y la Virgen parece sonreír de contento desde su altar. Mayo está tocando ya sus últimos días, nostalgia se mezcla entre el susurro de antiguos cantos que el viento, de estas cálidas noches, parecen llevar por los diferentes rincones de mi pueblo.

Una de las tradiciones anuales de profunda arraigo en la piadosa devoción popular yucateca con la Virgen María, es la presentación de flores de mayo. Y en mi pueblo de Tekal de Venegas aún se ejecuta la práctica devocional todas las noches de este mes.

Así como Sac Nicté dejó su alma volando de flor en flor, convirtiéndose su perfume, la Virgen María, la nueva Sac Nicté, la princesa ante la cual el alma del Mayab renueva sus sentimientos, es la nueva figura sagrada ante la cual las flores son colocadas.

¿Qué es Tekal? Un pueblo enclavado en el centro norte de Yucatán, flagelado por sus múltiples problemas sociales. Un camino lo divide en dos, la calle principal, que viene de Izamal a Temax, y que en la plaza principal corta la arteria de un camino a Tepakan. Un viejo parque, y un kiosko sin pena ni gloria es el centro, árboles de laureles circundan la plaza, y el frontispicio de viejas casonas nos hablan de un tiempo pasado y de una historia que yace en el olvido…

Las tardes de mayo se puede apreciar a niñas con sus sabucanes pasando en diferentes casas para bajar flores de mayo, que servirán para llenar sus canastitas, hacer sus guirnaldas de limonarias con flores insertadas y sus coronas, esas mismas flores hilvanadas con hilo y aguja. En las noches el repique de la campana mayor llama al rosario de la presentación. Y las niñas, las señoras, los señores y algunos jóvenes presurosos se encaminan a la iglesia.

La flor de mayo, esa que llamamos en maya Nicté, será el objeto preciado que servirá de ofrenda a las plantas de la gran señora del pueblo de la X-ki´ich pan Ko´olebil María de Candelaria. Su perfume será el perfume de la Virgen, aunque los mayores dicen que es lo contrario, la Virgen en su andar por las calles de mi pueblo regala a la flor de mayo ese su suave aroma, su delicado perfume que huele a infancia y a piedad de nuestros padres y abuelos.

Eso que los mayores contaban es una leyenda ya casi perdida de la memoria de los tekaleños, está envuelta de un misterio, de consoladora imaginación que dice para satisfacer sus afectos que este pueblo es privilegiado, pues no en todos la misma Virgen sale a caminar por sus lares.

Contaba don Maxito Lugo que cuando las puertas de la iglesia son cerradas, en esas noches de mayo ocurre algo misterioso de esencia celestial. Dentro de la antigua iglesia principal, una luz comienza a girar en torno a la imagen de la Virgen de Candelaria y ella baja de su altar en medio de la expectación de la oscura noche, alumbrando su paso lento y discreto… como por encanto desaparecen las puertas y atraviesa el dintel de la puerta principal para luego bajar las escaleras que conducen al atrio, recorrer la plaza principal pasando frente a las antiguas casas que habitaban nuestros abuelos y encaminarse por diferentes rumbos del pueblo.

Algunos vecinos decían que la vieron por el antiguo barrio de San Juan o por el camino que va a San Isidro o por Tiholop, o cruzando la calle principal; lo mismo la vieron por Dzalbay o por San Rosendo.

Dicen que va por aquellas casas donde se hayan enfermos postrados y por donde están los árboles de flores de mayo para que su presencia le dé su perfume.

A su paso las copas de los árboles florecen, los xhailes y enredaderas, limonarias o jazmines le regalan su esencia de suaves olores y hasta parecen decirse unas a otras: ¡Yo la vi primero! ¡Yo la vi primero!

Por razón de que ella cruza por las calles por donde se encuentran esos árboles, es que en el pasado en muchos solares de los indios y mestizos de mi pueblo abundaban los árboles de flor de mayo, que con sus copas de florecillas adornaban las quintas y huertas familiares y a la vez servían para adornar el altar de la Virgen de Tekal.

Se contaba también, eso me lo relató doña Amparo Lugo que en una noche de mayo su esposo don Gregorio Briceño, al regresar a su humilde casa, que estaba ubicada por el camino a Izamal, pasando frente a la iglesia miró asombrado como salía la Virgen de Candelaria, así rodea de una especial luz y descendía la escalera de piedra principal para bajar hasta tomar el camino principal. Atónito miraba ese celestial espectáculo escondido tras un arbusto, cuando la Virgen entró a la plaza mayor, donde ahora está ubicado el parque y sus laureles, a prisa salió de su escondite para ir a su casa, donde relató al día siguiente lo que había presenciado.

Cuando llega las noches de mayo es inevitable no pensar en esa antigua leyenda. Siento una rara sensación al pasar frente a la iglesia cuando la noche ha avanzado, me gusta tocar el muro de la escalera y mis sentidos me traen el olor de la flor de la mayo. En el cielo la luna con su aro de luz ilumina el campanario, en tanto las estrellas brillan en el firmamento, y la pregunta resuena en mi adentros… ¿Bajará la Virgen a recorrer las calles de nuestro pueblo?

Sí, eso dirían los mayores si desde sus tumbas nos respondieran, siendo que eso mismo contaban los abuelos de Tekal. Mientras tanto, los árboles de mayo que circundan el atrio de la iglesia dejan caer de sus copas las flores de mayo, muchas de estas florecitas caen directo sobre las banquetas, pasando el enverjado y la altura, y otras el aire las riega por la calle principal, ese cuadro de flores sobre el camino principal trayendo a la memoria presente esa antigua y misteriosa leyenda.

De una cosa estoy seguro, si la Virgen sale por las calles de su pueblo de Tekal, seguramente dejará su dulce perfume de flor de mayo a su paso mientras bendice las calles de su pueblo.

*Escritor comunitario.

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