Luis Carlos Coto Mederos454¡Tremendo mango!
En la finca Guachinango
de don Jacinto Pedraza,
injertaron calabaza
en una mata de mango.
Un pedacito de fango
pusieron en el injerto
y después de bien cubierto,
a los diez o doce días,
le nacieron cuatro guías.
Yo no sé si será cierto.
Las guías tienen jorobas
extendidas en el fango,
y ha nacido cada mango
que pasa de dos arrobas.
Sirven para hacer escobas
los pelos de la semilla
y a don Antonio Padilla,
uno que se desprendió,
dicen que le fracturó
un brazo y una costilla.
Anónimo
455Respuesta de Don Celestino
El viejo don Celestino
discutía con Caruca
por asunto de una yuca
que se encontró en el camino.
El hombre con cierto tino
le dijo: Mira mujer,
no te pongas a coger
esas cosas que hay botadas,
que pueden estar “untadas”
y van a echarte a perder.
Caruca le respondió:
Esa es obra del destino
que la puso en el camino
para encontrármela yo.
Un viandero que salió
esas yucas a vender…
una se llegó a caer
para que yo me la encuentre,
y daño que no me entre
no puede echarme a perder.
El viejo se acarició
varias veces el bigote
y la mano en el cogote
pensativo se pasó.
Le dijo: Por eso yo
a ti no te digo nada;
mira, Juana tu cuñada
por recoger una vianda
hace tres meses que anda
con la barriga inflamada.
Anónimo
456Efecto frío
I
Era invierno la ocasión
en que salí a merendar;
llegué a la esquina, a aquel bar,
y pedí un pan con lechón.
Miré al tipo, bravucón;
pues vi el pan medio vacío
y él dijo: No formes lío,
a eso no le falta na´,
lo que sucede es que está
encogido por el frío.
II
En nochebuena, Javier
al cuarto temblando entró
y desnuda se encontró
en la cama a su mujer.
El amor vamos a hacer,
le dijo ella, esposo mío…
y él le contestó: Confío,
sepas que no falta na´,
lo que sucede es que está
encogido por el frío.
III
En temporada invernal
fue a hacerse la prueba un día,
por si hemorroides tenía…
¡Y como gritó Pascual!
El doctor del hospital
le indicó: Aguante bravío,
ignore uste’ el dedo mío
que ya no le falta na’,
lo que sucede es que está
encogido por el frío.
Carlos Ettiel Gómez Abreu
457El nervioso
Cuando enamoré a Pilar
me dio un ataque de nervios,
un ataque tan soberbio
que no lo pude aguantar.
Ella me daba lugar,
pero yo no me atrevía,
hasta que por fin un día
le dije: Piri pipí,
pripiré, piri pi.
Y Pilar no me salía.
Anónimo