Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos  

387

Desgracias

Fui a casa del bodeguero

y dije: Préstame un peso.

Y me dijo: Nada de eso,

ni en efecto, ni en dinero.

Yo salí muy placentero,

casi bailando el yambú;

debajo de un sabicú

me sorprendió una fatiga,

y le dije a la barriga:

Despídete del sijú.

Anónimo

388

La yegüita de Magín

Mi amigo Magín tenía

una yegüita dorada

de cuatro cuartas de alzada,

de buen paso y buena cría.

La pobre amaneció un día

en un gravísimo estado:

el vientre un poco inflamado,

desgano, vomitadera,

agotamiento y flojera

y el rabo medio erizado.

Al ver su yegua tan mal

Magín se desenfrenó

y con la misma corrió

a ver un “espiritual”.

No vio al curandero tal,

corrió por el boticario:

tampoco. Al veterinario,

y nada. Pues lo mejor,

se dijo, es ver al doctor

que actúa en el dispensario.

El doctor le preguntó:

¿Ella en su temprana edad

tuvo alguna enfermedad?

Y Magín le contestó:

Cuando chiquita le dio

boquera, conjuntivitis,

luego la gastroenteritis,

y ahora ni me preguntes,

pues creo que tiene arrepuntes

de la encefalomielitis.

El célebre doctororazo

le dijo: Magín, según

los análisis, es un

tremendo mal embarazo.

Empújele un jeringazo

de vitamina B pura,

para que se ponga dura

y tráigala para acá;

si no se mejora, habrá

que sacarle la criatura.

Retorna Magín ligero,

pero en cuanto allí llegó

sobre su pesebre vio

revoloteando un aurero.

Alborotó al barrio entero,

y formó una gritería,

al cerciorarse que había

fallecido su yegüita,

dejando una carta escrita.

Y dicha carta decía:

Sucedió ser que una noche

después que me prometió

mil cosas, me deshonró

el potro de Pablo Roche.

Sentida de tal reproche

pensé en tomarme un veneno.

Y lo hice, pero bueno,

Magín, si muero, ahí te dejo

tu serón y tu aparejo,

tu gurrupianga y tu freno.

Anónimo

389

El gordo y el flaco

Todo el que flaco nació

debe estar lleno de gozo,

feliz, contento y dichoso

por la suerte que alcanzó.

Debe vivir como yo

de alegría siempre lleno

y fijarse bien sereno

en lo que nos acredita,

que la caña es bien finita

y da un guarapo muy bueno.

Cuando el gordo va a bailar

pronto se cansa y desmaya

y tampoco da la talla

cuando quiere caminar.

Si va a la playa a pasear

una tarde fresca y buena,

cuando se acuesta en la arena

la gente lo va a mirar

porque piensan que del mar

ha salido una ballena.

Anónimo