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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Marquesa Justiz de Santa Ana

En “Venturas de la décima en Cuba” dice su autor Manuel Díaz Martínez que “…La historia y lo heroico, que en el marco de nuestra poesía había aparecido por primera vez en las décimas de El Motete de Bayamo, reaparecen más de un siglo después de la mano de la marquesa Justiz de Santa Ana (nacida en 1733 y fallecida hacia 1807), quien firmó… un memorial dirigido a Carlos III, documento en el cual, junto a otras nobles habaneras, protesta por la incompetencia de las tropas españolas, que fueron incapaces de impedir la toma de La Habana por los ingleses en 1762”.

Veamos un fragmento de ese trabajo:

525Dolorosa métrica expresión del sitio y entrega de la Habana dirigida a N. C. Monarca el señor Don Carlos III

Oh, Habana, noble ciudad,

emporio de distinción,

centro de la Religión,

y cifra de la Lealtad.

¿Qué causa, qué novedad

hoy oscurece tu gloria?

Oh, triste amarga memoria

al papel te he de exponer,

si al bronce puede romper

lo funesto de tu historia.

Tú, Habana ¿Capitulada?

¿Tú en llanto? ¿Tú en exterminio?

¿Tú ya en extraño dominio?

¡Qué dolor! ¡Oh, Patria amada!

Por no verte enajenada

¿cuántos se sacrificaron?

¿y cuántos más envidiaron

tan feliz honrosa suerte,

de que con sangre en la muerte

tus exequias rubricaron?

Con esfuerzo, con valor,

muchos los riesgos pedían;

pero la espada rendían

a respeto superior:

¡Oh, cruel destino! ¡Oh, dolor!

que aún sin ciencia militar

llegaban a penetrar

los métodos de vencer;

más fue arbitrio del poder

el no poder arbitrar.

Al volverme a tí Señor,

falta el aliento en la pluma:

porque esta desgracia suma

nos aleja tu favor:

Pérdida ha sido mayor

la nuestra, en lo más sensible

del honor, siendo posible,

que si has perdido una plaza

nuestra adversa suerte escasa

pierde en tí, cuanto hay perdible.

¡Ay, hijo mío, Absalón!

David doloroso exclama;

si aún Hijo ingrato así ama

¿qué hará nuestro corazón?

Pasada dominación

sentimos de extraña grey;

y con inmutable ley,

cuando huérfanos lloramos,

¡Qué suspiros exhalamos!

¡Ay, Padre! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Rey!

Fuerza es Señor suplicarte,

que desenvaines la espada

contra esta enemiga armada,

que atropella tu Estandarte.

Dios concurra a prosperarte,

para que a la Iglesia des

muchos triunfos esta vez;

y entre tanto nada vario,

de La Habana el vecindario

reside leal a tus pies.

Diego Campos

En una Relación que existía en la biblioteca de Eusebio Valdés Domínguez, hermano de Fermín, ambos patriotas insignes y amigos de José Martí, aparecen estas décimas de Diego Campos, de quien muy poco se sabe; si acaso, que debió haber nacido en Santa Clara.

Fueron dadas a conocer en el libro “Parnaso Cubano”, de Antonio López Prieto.

El tema es la toma de La Habana por los ingleses, elogiando la digna conducta del obispo Morell de Santa Cruz, cuando fue preso y desterrado, por sentencia del Conde de Albemarle, Gobernador de La Habana ocupada.

Las décimas terminan con el regreso del obispo.

Veamos un fragmento:

526Relación y diario de la prisión y destierro del Ilustrísimo señor don Pedro Morell de Santa Cruz

Cuanto no pudo el pincel

en ese lienzo expresar,

emprendo yo declarar

con la relación más fiel.

Diré del señor Morell,

obispo de esta región,

el destierro y la prisión,

que por defender su Iglesia

padeció de la más necia

cruel, anglicana nación.

Después de haber conquistado

la Habana el conde Albemarle

mandó al secular sacarle

un donativo forzado.

El vecindario asustado

en tan adversa ocurrencia

no quiso hacer resistencia

previendo que, el oponerse,

era sin duda exponerse

a sufrir mayor violencia.

Con todo eso la avaricia

no se dio por satisfecha

y pensó abrir otra brecha

a su insaciable codicia.

Extendióse la malicia

a la porción superior

de la herencia de Señor;

pero encontró su arrogancia

una inflexible constancia

en el celo del Pastor.

Los que oyeron y leyeron

las causas, y las razones

del destierro, sus pasiones

e ignorancia conocieron.

Porque en realidad no fueron

pruebas, que lo indemnizaban;

sino que lo condenaban,

y que a un tiempo la entereza

y cristiana fortaleza

del Pastor, canonizaban.

Logróse que el general

corrigiendo el primer yerro

levantara este destierro

con satisfacción cabal.

En todo fue muy igual

el gusto y el regocijo,

luego que a todos se dijo

le mandaba su excelencia

el permiso o la licencia

de venir a punto fijo.

Ultimamente, el día tres

de mayo, llegó a este puerto

que tenía franco abierto

para todos el inglés.

Verificóse esta vez

que bien se pudo alegrar

la ciudad, y celebrar

–si así se puede decir–

haberlo visto salir

por verlo volver a entrar.

Día feliz, día memorable

que se mantendrá indeleble

en nuestra memoria deble,

pues nos hizo el bien estable.

¡Así fuera perdurable!

que fuera el gusto indecible,

cual fue la dicha increíble:

y teniendo el goce doble

la alegría fue redoble

con un efecto visible.

Diego Campos

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