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Cultura

Sara Sefchovich: La cronista de los cronistas

Joaquín Tamayo

Sara Sefchovich ha transformado el ensayo literario en un texto más libre y popular, tan llamativo como cualquier obra de ficción pura. A través de su estilo sencillo y ameno, aderezado con humor y profundidad reflexiva, lo ha oxigenado sin que por ello pierda su elegancia ni sus condiciones esenciales: cuestionar el pensamiento de un creador o examinar un periodo histórico para después conversar sus conclusiones con los lectores.

Ha despojado al género de sus normas académicas, de su tono intelectual y pomposo, y de la compañía habitual de ciertas herramientas. Por ejemplo, las notas al pie de página, cuyas frecuentes intervenciones acaban por complicar la lectura. En suma, la escritora arrancó al ensayo de la naftalina de las bibliotecas para llevarlo a caminar por la intemperie con tal de hacerlo accesible para todos.

No es nueva esta propensión suya. Ya desde Ideología y ficción en la obra de Luis Spota (1988) y en La suerte de la consorte (2010, versión corregida y actualizada), anunciaba el derrotero renovador que su prosa habría de tomar. En el libro sobre Spota, reivindicó la imagen de este prolífico narrador siempre menospreciado por quienes se sentían árbitros de la literatura mexicana.

La doctora Sefchovich desafió a esas figuras canónicas con una revaloración de la obra completa del también periodista. En su análisis, se explayó en los recursos narrativos de Spota y la forma en que describió sin contemplaciones la doble moral de distintos sexenios presidenciales. El gran problema del novelista fue la envidia que despertó en el medio artístico por su larga lista de premios y por la altísima venta de sus libros.

Con Vida y milagros de la crónica en México (2017) otra vez Sara Sefchovich va a contracorriente. Su propuesta tiene por epicentro una provocación cuando dice que la crónica ha sido el género mayor de la literatura de nuestro país; al menos el que ha expresado con legítima agudeza, eficacia y precisión la realidad nacional.

La narrativa “siempre funcionó como crónica a lo largo de la historia de México”. Y ha actuado así, subrepticiamente, en la poesía, en el cuento, en la novela e incluso en el propio ensayo. La crónica ha sido la osamenta secreta, una prolongación de la memoria, sobre la cual se han construido diversos legados estéticos.

El libro que nos ocupa es un minucioso periplo que va desde el Popol Vuh y Hernán Cortés, pasando por los cronistas de Indias y los modelos del siglo XIX, hasta la actualidad. En sus capítulos se explica la evolución que esta modalidad literaria ha experimentado con el fin de desentrañar las diferentes etapas de la sociedad mexicana. En efecto: la crónica se ha convertido en el género con más autoridad en la cultura y quizá esto obedezca a que a los mexicanos nos identificamos más con los relatos sin ficción que con los que son producto de la imaginería.

Los cronistas del presente están, sobre todo, dedicados a testimoniar los episodios de la violencia, la inseguridad y el narcotráfico. Es de elogiarse la valentía para enfrentar el dolor y el flagelo del país, aunque Sara Sefchovich siente nostalgia por las crónicas citadinas y de índole doméstica ahora en el olvido.

Otro de los aspectos considerados por la escritora es el método de redactar los sucesos: insiste, por dar una muestra, en el excesivo uso de la primera persona verbal, pues ya no se trata de escribir en calidad de testigo de los acontecimientos, sino como “centro del relato”. El Yo por encima de las cosas. Aquí importa más lo que le sucede al cronista que lo que pasa en el lugar narrado.

En un ajuste de cuentas profundiza en los pros y los contras del trabajo de las más relevantes figuras de la crónica: Manuel Payno, Manuel Gutiérrez Nájera, Luis González Obregón, Salvador Novo, José Emilio Pacheco, Cristina Pacheco, Carlos Monsiváis, Guadalupe Loaeza, Armando Ramírez, Juan Villoro y Rafael Pérez Gay, entre muchos otros, pero especialmente le otorga un apartado, con su respectivo claroscuro, a uno de sus favoritos: José Joaquín Blanco, notable cronista literario de la contemporaneidad.

Sara Sefchovich ha escrito la historia que yace detrás de cada uno de los cronistas vitales de México. Ha estudiado sus contextos y circunstancias, sus búsquedas y obsesiones. Virtudes y errores. El cómo y el porqué de la electricidad y el magnetismo inherentes a este género, al cual enaltece con vehemencia. Ha ensayado –según la máxima de Montaigne–, el alma de una región mediante las voces que la relatan.

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