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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Manuel de Zequeira y Arango (Primera Parte)

Según nos dice en sus “Venturas de la décima en Cuba” el poeta, periodista e investigador Manuel Díaz Martínez “Con Manuel de Zequeira y Arango, nacido en La Habana en 1764 y fallecido en la misma ciudad ocheintidos años más tarde, el verso en la isla finiquita sus balbuceos y encuentra la primera voz a tomar en cuenta en la poesía cubana. Zequeira no es un poeta de ocasión, sino un autor de obra sostenida y cuidada de estilo propio. Es por así decirlo un profesional. A él le debemos algunas de las décimas más personales y sorprendente que se han escrito en Cuba. Estalla en las suyas el irreverente humor criollo, que hace del disparate y el desparpajo las principales armas de su voluntad transgresora”.

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Décimas

(De cierta reunión de sujetos de buen humor el día 1º de enero de 1811)

Yo vi por mis propios ojos

(dicen muchos en confianza)

en una escuela de danza

bailar por alto los cojos:

Hubo ciegos con anteojos

que saltaban sobre zancos,

y sentados en los bancos,

para dar más lucimiento

tocaban los instrumentos

los tullidos y los mancos.

Dejó luego el abanico

una negra conga y sucia,

y entre ella y el Rey de Prusia

bailaron el zonzorico:

Un musulmán de Tampico,

que era ciego, con carbón

dibujó a la perfección

lo que observó en el estrado,

y en un círculo cuadrado

envió el mapa a Salomón.

Cicerón y Preste Juan,

archiduques de Judea,

riñeron con Dulcinea

por celos de Tamorlán:

don Quijote en Perpiñán

tuvo a mal estos conciertos,

y vino por los desiertos

con los siete griegos sabios

desfaciendo los agravios,

y enderezando los tuertos.

En esta misma ocasión

se vieron distintas cosas,

que por ser maravillosas

se hacen dignas de atención:

Fue destruido el paladión

entre las ascuas tiranas,

y las mujeres troyanas,

vasallas de don Rodrigo,

huyeron del enemigo

hasta las islas Marianas.

Entonces dicen que fue

cuando con presteza zuma,

salió huyendo Moctezuma

sobre el arca de Noé:

A este tiempo Berzabé

con chinelas y tontillo,

en Mantua asaltó un castillo,

y entre otras cosas que callo,

dio una carrera a caballo

sobre el filo de un cuchillo.

Sabiendo esta quisi-cosa

con Homero y don Virgilio

le escribieron a Pompilio

cinco décimas en prosa:

La princesa Sinforosa

se quejó por esto al Cid,

y entonces allá en Madrid

los doce pares de Francia,

compusieron a su instancia

Los Salmos del Rey David.

Cuenta por fin Heliodoro

que nació (caso inaudito)

de una liendra un gran mosquito

y de este mosquito un toro:

esto publicaba un loro

muy ufano en Puerto Rico,

cuando alzando en el Guarico

alto vuelo un tomeguín,

fue a parar hasta Turín

con un camello en el pico.

Ya sobre aquel hemisferio

se veían sin disfraz

los reflejos de la paz

dibujados por Tiberio:

mas después con vituperio

los borró del horizonte

el terrible Faetonte,

porque éste desde la Rioja

incendió con bala roja

la barquilla de Aqueronte.

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