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Cultura

Junio, mes de la diversidad sexual

Fernando Muñoz Castillo

III

En verdad, el desconocimiento causa estragos y desgracias. Digo esto, al ver todo el zafarrancho que se arma cada vez que se habla de matrimonio entre personas del mismo sexo.

Hay personas que hasta les da el mal de San Vito y sacan espuma por la boca y las orejas. Otras corren desesperadas como si el mundo se fuera a acabar gritando y vituperando a quien se le ponga enfrente comenzando con las autoridades del gobierno.

Mucho incienso y exclamaciones de piedad suben al cielo como bocanadas de fuego. Y no hay quien dude que el Diablo anda suelto en el mundo y se ha ensañado con nuestro pueblo.

Si la gente supiera, conociera la historia de la religión cristiana, se caería para atrás, como en las caricaturas.

Rememoremos pues:

“(…) la Iglesia católica no siempre fue tan intolerante en lo que se refiere a la homosexualidad, llegando a celebrar lo que podríamos llamar “bodas homosexuales”. La iglesia cristiana bendijo, desde el siglo III al XIII, a parejas homosexuales en lo que entonces se llamaron “ritos de hermanamiento”. Estos casos se dieron más en la Iglesia ortodoxa que en la occidental, pero lo cierto es que se sucedieron en ambas.

En textos antiguos guardados en los monasterios se encontraron contratos firmados por dos hombres, que lo hacían únicamente por afecto y no por relaciones comerciales, y que eran idénticos a los que se firmaban en las bodas heterosexuales. Cierto es que ninguno de estos contratos explique que el “hermanamiento” implicara sexualidad, pero las cartas encontradas a estos supuestos amantes dan cuenta de la pasión con que se vivían estas relaciones. Posiblemente la iglesia no tuvo más remedio que aceptar estas relaciones, porque eran muy comunes en Europa en aquel tiempo y socialmente eran, si no alentadas, sí ampliamente toleradas, por lo que en los años de asentamiento del cristianismo le convino más sumarse a las bendiciones para no perder adeptos.

Algo de esta situación puede deducirse de algunos ejemplos de estas parejas en el mismo santoral cristiano. Es el caso de los mártires San Baco y San Sergio, dos oficiales romanos martirizados en el siglo III y a los que en un ícono del siglo VII se les puede ver representados tal y como se representaba a los matrimonios en esa época.

De hecho, en contra de lo que se cree, durante la Alta Edad Media apenas existen leyes que prohíban la homosexualidad y no se conocen juicios celebrados contra el pecado de sodomía, que es como se llamaba. El mismo Carlomagno, en el siglo IX, se lamentaba de que en su reino hubiera monjes sodomitas, pero se limitaba a pedir a los obispos que los prohibieran y los erradicaran, pero no proponía ningún tipo de jurisprudencia que los castigara. Igualmente, la Regla de San Benito, –que era el reglamento según el cual se organizaban la mayoría de las órdenes religiosas de la Edad Media–, se limitaba a dar unas indicaciones para evitar que este tipo de actos se extendiera en los monasterios entre los monjes jóvenes, pero nada en su contenido habla de que se impongan castigos feroces”.1

La historia continúa y es muy larga, así se nos habla de San Agustín y San Francisco, quienes amaron a hombres y mujeres por igual, y en el caso de San Agustín, hasta tuvo un hijo. Se podría hablar de otros personajes muy ligados a la vida religiosa, política y económica del mundo occidental; en la actualidad, ya no se habla sólo de los religiosos de la Iglesia católica, sino de los de otras religiones y, existen películas donde se narran y cuentan estas anécdotas. Ejemplo el thriller Mindfulness and murder (2011), dirigida por Tom Aller y que sucede en un monasterio budista.

Como vemos, siempre es bueno conocer la historia, para no andar “metiendo la pata” y haciendo cabriolas sin sentido. Además, habría que ver el desarrollo de las mentalidades, bajo la mirada de la antropología, la sociología y las ciencias de la conducta. El ser humano no es uniforme, ni existe un prototipo como se manejó a finales del siglo XIX y principios del XX.

Leer un poco, no creo que le haga mal a nadie.

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1.- José Antonio Solís. Homosexuales ilustres. El arca de papel, Editores. Salamanca, España. 2002, pp.11-12.

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