Luis Carlos Coto Mederos
Francisco Pobeda
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Glosa II
Nada en este mundo dura,
Fallecen bienes y males,
Y a todos nos hace iguales
Una triste sepultura.
Aglomera el poderoso
imponderable riqueza
y cultiva la belleza
prolija su rostro hermoso:
Mas el curso perezoso
que nos presenta Natura,
quita el brillo a la hermosura,
y empobrece al potentado,
supuesto que en lo creado
nada en este mundo dura.
Aquél cuya escasa suerte
le destinó a padecer
halla descanso y placer
en el día de su muerte:
El que en ventura convierte
sus días todos iguales,
encuentra en los funerales
final gozo placentero;
porque nada es duradero,
fallecen bienes y males.
Con el pellico el villano
vive sujeto a su grey,
y empuña el supremo rey
cetro de oro soberano:
Uno y otro, caso es llano,
corren líneas desiguales,
éste, en alcobas reales,
aquél, en techo pajizo;
pero el Dios que el mundo hizo
a todos nos hace iguales.
Visto un ejemplar tan fiel,
¿de qué servirá anhelar
si la muerte ha de igualar
a la choza y al dosel?
Muerte, te nominan cruel;
pero a mí se me figura
que aborrecerte es locura,
y en lo que digo me fundo,
pues sólo ofrece este mundo
una triste sepultura.
(Quinta parte)
En su “Antología de la poesía cubana”, Lezama Lima dice: “Fue el fundador de la tendencia llamada criollista, que expresa la vida del campo, los juegos y amores de los campesinos…Pobeda tuvo siempre un especial orgullo en considerarse el fundador de esa tendencia criollista. Cultivó? el romance, pero acaso fuera en la décima donde expresó sus mejores momentos poéticos”.
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Adiós a Cuba
Adiós, mi Cuba querida,
mi todo, mi único amor;
ya tu anciano trovador
te escribe su despedida:
Lo que le quede de vida
sin humana protección,
sin nombre, ni posición,
te lo consagra también
porque eres, hermoso edén,
su delirio y su ilusión.
Cuando el caudaloso río
de su apacible vertiente
al compás de la corriente
entone su murmurío:
Cuando en el bosque sombrío
algún pájaro cantor
trine endechas a su amor,
mis cantos recordaré
y un alivio encontraré
a mi continuo dolor.
Agobiado por la edad
y más por los desengaños,
serán mis últimos años
de acerba penalidad:
Lejos de la sociedad
de mí no se hará mención,
y si en alguna ocasión
acaso se habla de mí,
dirán que un coplero fui,
pero… coplero ramplón.
Esto dirán mis rivales,
los pedantes literatos;
más los poetas sensatos
leerán mis originales:
Y si a estos verdes puriales
viniese algún ciudadano,
verán que este pobre anciano
retirado, oscurecido,
con razón ha merecido
ser el Trovador Cubano.
Cuando acabe mi existencia
entre escasez y dolores,
mis ingratos detractores
tendrán grande complacencia:
Dirán que mi inteligencia
en un todo fue mezquina;
que copiador de rutina,
ni aún supe en prosaicas glosas
halagar a las hermosas
con mi lira campesina.
Ya no puedo engrandecerte,
adorada Cuba mía;
ya miro próximo el día
en que acontezca mi muerte:
Nada más puedo ofrecerte,
sino la estrecha fusión
que te une a mi corazón;
así es que cuando sucumba
tu candor irá a la tumba
dejándote su ilusión.
Desde la celeste altura,
allá en el elíseo cielo,
contemplaré con anhelo
de tus campos la verdura:
Siempre en pos de tu ventura
ante el Eterno Hacedor,
invocaré con fervor
porque eternice tu bien,
bello y riquísimo Edén,
perla que engastó el Señor.
Adiós, Cuba: adiós mi lira,
adiós dulces emociones;
perdidas mis ilusiones
sólo me queda Zulmira:
Ya mi pecho no suspira
por los lauros de la gloria;
canten otros la victoria:
mi Cuba y mi lira, adiós;
fuisteis mi ensueño las dos,
sed mi cariño y mi historia.
Francisco Pobeda