La Habana 500
Texto y fotos de Enriquito Núñez
Especial para POR ESTO!
Ya en el siglo XVI, la villa de La Habana era muy codiciada por los corsarios y piratas que asolaban el Caribe en busca de fortunas. Aquellos crueles aventureros conocían muy bien de las riquezas que llegaban a la ciudad en las flotas procedentes de Tierra Firme y Nueva España, antes de ser re embarcadas hacia España. Cuantiosas cantidades de oro, plata y otros valiosos cargamentos, así como las múltiples propiedades e inmensos valores que atesoraban las ricas familias habaneras, pertenecientes a la nobleza española y el clero.
No pocas veces la ciudad fue atacada y saqueada por aquellos piratas y corsarios, destacándose entre ellos los ataques de corsarios franceses en 1537 y 1538. En 1555, la incursión de Jacques de Sores causó considerables pérdidas. Pero también la corona española se vio forzada a defender La Habana ante la hostilidad de potencias extranjeras, específicamente los ingleses. Es por ello que se decidió emprender a toda prisa la construcción de un poderoso sistema defensivo con el que intentarían convertir a esta ciudad en un bastión inexpugnable. En 1558 se había comenzado a levantar, muy adentro del canal de entrada a la bahía habanera, la primera fortaleza militar española en el Nuevo Mundo, el Castillo de la Real Fuerza, ubicado en un flanco de la Plaza de Armas, y que a su terminación en 1588 fue la residencia de los gobernadores coloniales de la isla desde que La Habana pasó a ser la capital. La Muralla fue otra de las construcciones destinadas a defender la ciudad, pero se sabe que ésta perdió su carácter estratégico cuando, en su rápido crecimiento, La Habana desbordó los límites geográficos que contenían la población y la muralla dejó de ser efectiva para la defensa.
Los pobladores de la villa ya habían utilizado en el pasado el promontorio rocoso conocido como el morro para vigilar los desplazamientos de los barcos enemigos y dar la alarma, llegando a conocerse el sitio con el nombre de La Vigía. En 1556, el rey Felipe II ordena al gobernador de la Isla, Diego de Mazariegos, fortificar ese risco ubicado a la entrada del puerto, y se alza en el lugar una primera torre que sirvió de atalaya. El 12 de julio de 1587 arriban a La Habana Juan de Tejeda, Maestro de Campo, y el Ingeniero militar italiano Bautista Antonelli con la misión de establecer un sistema defensivo en la ciudad, que formaría parte de un sistema mayor diseñado con el fin de garantizar la estabilidad y protección de las colonias españolas del Caribe y el circuito comercial. En 1588, durante una junta celebrada en Puerto Rico, Antonelli propone que, en el caso de La Habana, se construya una gran fortaleza en el morro, y en lado opuesto de la entrada del canal de la bahía un fuertecillo con una trinchera, que a la postre se llamaría Castillo de San Salvador de la Punta. Se proyectaron además otras fortificaciones más pequeñas en varios puntos estratégicos, como el caso del bastión de La Chorrera, en el lugar conocido como Pueblo Viejo, a la desembocadura del río Almendares, donde había estado el primer asentamiento de la villa de San Cristóbal tras su traslado desde la costa sur.
Finalmente, el 31 de mayo de 1589, Antonelli y Tejeda llegan a La Habana para iniciar las obras de construcción de la fortaleza de El Morro. La construcción de la misma comenzó ese mismo año, simultáneamente con la del Castillo de La Punta. Antonelli fue asistido por numerosos expertos, como aparejadores de cantería, oficiales canteros, albañiles, carpinteros, cuberos y fundidores de metal. Debido a problemas económicos y a contradicciones entre Antonelli y los gobernadores de la Isla y, la construcción se prolongó hasta bien entrado el siglo XVII. La fortaleza de El Morro es un magnífico ejemplo de arquitectura defensiva, toda vez que su poderosa estructura escalonada en forma de terrazas se adaptó perfectamente al terreno sin dejar prácticamente ningún resquicio desprotegido. En su construcción se empleó la roca de Jaimanitas, procedentes de las canteras ubicadas hacia el oeste en las afueras, de la ciudad. Su construcción concluyó hacia 1630, y La Habana contaba a partir de entonces con una excelente defensa a la entrada del puerto. En su tiempo fue la fortificación defensiva más importante del Caribe insular, pues contaba con una plataforma en la que se colocaron 12 cañones, conocidos como Los Doce Apóstoles, otras áreas destinadas a almacenes de víveres y municiones, alojamiento para los soldados y depósitos de agua. A pesar de su poderío, el ingeniero Antonelli predijo que quien conquistara la cercana altura de La Cabaña, podría vencer a la fortaleza de El Morro, cosa que efectivamente ocurrió en 1762, cuando los ingleses se apoderaron de aquel lugar y consiguieron rendir a la guarnición para luego tomar La Habana. Tras la retirada de los ingleses de La Habana en 1763 y hasta 1766, durante la reconstrucción de la fortaleza, que había sido muy dañada durante el asedio inglés, se cambió el aspecto de la primitiva planta del castillo para mejorar sus características protectoras. En el breve lapso de estos tres años se transformó el cuerpo del edificio y entre 1766 y 1771, durante el gobierno del capitán general Antonio María Bucarelli, se concluyeron las nuevas obras accesorias.
Un elemento destacadísimo del Castillo de El Morro es el faro. Considerado uno de los símbolos de la capital de Cuba, fue construido en 1844 y electrificado en 1945. Su haz de luz aún se utiliza, y llega hasta una distancia de 18 millas señalando la entrada del puerto. En la actualidad, el Castillo de los Tres Reyes del Morro es un gran atractivo turístico, sus espacios interiores se transformaron en galerías de arte, locales para la realización de eventos culturales, exposiciones, ferias y otros eventos. Conjuntamente con la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña conforman el Parque Militar Morro-Cabaña. La maravillosa vista panorámica de la Habana Vieja, el malecón y más allá han convertido al Castillo de los Tres Reyes Santos de El Morro en un sitio muy popular, adonde van cada claro atardecer decenas de turistas y habaneros a contemplar la impresionante puesta del sol.