Ivi May Dzib
Apuntes de un escribidor
López Obrador estuvo en Yucatán y en su paso por la península se dio un incidente que nos sirve para entender la dañina forma en la que nos conducimos en las redes sociales, ya que tendemos a politizar todo y en cualquier acto que se nos presente buscamos cómo sacarle partido para hacer una crítica al sistema sin importar lo ético del asunto. Durante un discurso en el que AMLO hablaba de la creación de una planta de energía eléctrica en Yucatán para que no hubiera apagones, una estudiante hizo una seña obscena, seña que captaron las cámaras y que fueron proyectadas en las pantallas gigantes, lo que provocó la risa de todos los presentes, AMLO preguntaba de qué se reían y pidió que se hiciera un paneo para que todos se vieran ya que pensó que los jóvenes se reían de que las cámaras los estuvieran grabando.
A pesar de que la estudiante era una menor de edad, sin pudor alguno los medios de comunicación pusieron su fotografía y se utilizó su imagen como si esa seña representara el hartazgo de una nación hacia el presidente. A cierta edad uno tiende a tener conductas basadas en el impulso y en el humor y eso es de humanos, el problema no radica tanto en la conducta sino en quienes la sobredimensionan. Ahora vemos un odio-amor creciente hacia una jovencita, porque unos se han encargado de hablar del gesto del dedo medio levantado como un acto heroico que revela el hartazgo sexenal en el que estamos sumidos, otros hablan de falta de educación, valores, y rematan compadeciéndose de la “pobre criatura malagradecida” y toda su ascendencia. Hay quienes piensan que debemos regresar a los viejos tiempos cuando había cercos de seguridad y matones por todas partes con tal de que no hubiera ningún tipo de agresión al presidente, ya que los baños de pueblo pueden ser peligrosos. Entre todo esto la sobredimensión con la que se ha tratado el tema por parte de las redes sociales y los medios de comunicación nos hace visible que el odio que tenemos dentro nos hace poner como cerillitos ante todo, pero nuestro odio no se focaliza en los grandes culpables, sino en las personas comunes y corrientes a las que les debemos dar una lección por sus actos, muchos de ellos torpes y típicos de la adolescencia. Desde el chamaco que cosifica y al que hay que exhibir para tratarlo con honor o asco, hasta la muy joven madre de familia que se va a una fiesta y deja a su hijo solo en casa y por eso mismo habría que lincharla desde la red. Hay quien piensa que la chica que hizo la seña obscena merece un castigo, pero uno grande, no por el acto en sí, sino por la manera en la que se ha sobredimensionado.
El problema es que tendemos a sobredimensionar las acciones más superfluas de la juventud y no las que sí están cargadas de un sentido político. Haciendo memoria y siguiendo la inercia de lo que aquí se dice, creo que un acto valiente y casi heroico fue el de Andrés Gómez Emilsson, quien durante la ceremonia para recibir el premio nacional de la juventud en 2008 le gritó “Espurio” al entonces presidente Felipe Calderón, quien fue electo de manera fraudulenta o al menos esa fue la percepción general, ya que fue impuesto mediante una elección de Estado. El joven luego fue llevado aparte por los guaruras del CISEN para un interrogatorio, porque nadie podía exhibir y ridiculizar al presidente; entonces había que meterle un susto porque había la atención suficiente de la prensa para intentar algo más, esos eran otros tiempos, en cambio, la Cuarta Transformación nos ha vuelto a arruinar todo, sobre todo la posibilidad de quejarnos de represalias contra la jovencita que hizo la señal con el dedo. Como colofón Andrés Gómez donó el monto económico del premio que recibió al sistema de becas de la UNAM, 130 mil pesos. Esas son las noticias que no se sobredimensionan, seguramente porque ahí no se saca una tajada política.
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