Síguenos

Última hora

Elon Musk señaló que ciberataque contra la red social X tendría la posible participación de un grupo o país

Cultura

'Qué cosas suceden en el apagón…” de Nueva York

Conrado Roche Reyes

Existen semejanzas, así estas no sean maravillosas, que causan extrañeza. Casualidades y coincidencias que parecerían ciencia ficción. Dos sucesos sobresalen de lo que anteriormente expongo. Dos funestos sucesos sacudieron, aquí sí que literalmente, la Ciudad de México. Un 19 de septiembre (1985), un terrible terremoto devastó buena parte de la capital mexicana con una enorme cantidad de pérdidas en vidas humanas. Las autoridades como siempre trataron de minimizar el tema, pero los expertos franceses que llegaron a la destruida urbe, a simple vista expresaron que eran al menos 30,000 las personas desaparecidas. Sin embargo, este terrible suceso marcó un despertar de la ciudadanía. Ante la pasividad de las autoridades, la gente tomó la ciudad y con esto se dio cuenta de la enorme fuerza potencial que tenían. A partir de aquel suceso, el país ya jamás fue el mismo. Se convirtió en más contestatario.

Años después, en la misma fecha, 19 de septiembre, otro temblor sacudió la Ciudad de México, con consecuencias fatales pero no tan terrible como el anterior. Fíjense en la cíclica coincidencia.

En la capital del mundo, Nueva York, se suscitó un apagón en el año de 1977 un 13 de julio. La época más negativa de la urbe de hierro, las décadas del setenta y ochenta. El apagón duró mucho tiempo, pero contrariamente a lo sucedido en la Ciudad de México, ahí ocurrieron hechos delincuenciales. Fue un verdadero caos. Miles de delincuentes y gente común se dedicaron al saqueo y al atraco en la oscuridad de la cálida noche. Fue el infierno de Dante. Muy similar a las actuales películas futuristas, en que reina el dios Caos. La parte más horrenda del ser humano se desenvolvió con toda su maldad. Las autoridades se vieron totalmente rebasadas, pero en oposición a lo sucedido en México, que demostró la parte más magnánima de la gente: la solidaridad, en Nueva York sucedió lo contrario. Gente atrapada en el Metro y en los elevadores, después de muchas horas y sin dar ninguna explicación. Hasta el día de hoy nadie sabe qué provocó aquel apagón, durante el cual explotó la olla de presión del mal encarnado en sus propios ciudadanos. Como es de esperarse, al intervenir la autoridad, las cárceles se llenaron de afroamericanos. Una cuestión resultó, no digamos sorpresiva, pero sí inesperada: casi por el mismo tiempo (días más, días menos), nueve meses después en los hospitales de la Gran Manzana nacieron cientos de niños. Y es que muchas parejas, aun de desconocidos, pasaron horas y horas solas en la oscuridad de un elevador. Y de alguna manera, por cierto muy agradable, evitaron una explosión de pánico jugando al doctor y la niña enfermita. Es algo chusco y de lo poco rescatable –a mi entender– de aquel trágico 13 de julio de 1977.

Años después, otro apagón en la misma fecha, el fatídico 13 de julio. Pero en esta ocasión, después de la limpia que efectuó años atrás el alcalde Giuliani, en que Times Square, que fuese una de las calles más peligrosas de la ciudad, se convirtió en la más hermosa de Nueva York. Limpísima, siempre llena de gente amable, neoyorkinos y miles de turistas que se pasean por ella durante todo el día y toda la noche, admirando los magníficos y grandiosos anuncios lumínicos que incluso deslumbran de belleza, hasta Broadyway, pletórico de bares y restaurantes, y por lo que es la calle más famosa del mundo dentro del rubro de los espectáculos teatrales. El bullicio, la bulla, la gente. Incluso en la frontera de Times Square y Broadway existe una fila de asientos como de veinte metros para que la gente observe sentada el gentío. Es decir, la misma multitud es el espectáculo en ese graderío. Mimos, músicos (buenos de todas las corrientes musicales), “dolls, dolls” (humanas) anuncia un establecimiento “El Rey León” o “Chicago”, otros teatros. En fin, una variedad de vertientes dentro de las artes escénicas. Esto no me lo contaron, lo viví, ya que en mi viaje a Nueva York el año pasado me hospedé en el hotel Sheraton Times Square.

La noche del apagón (del cual nadie sabe ni nadie supo qué lo causó) en contraparte al tétrico y salvaje apagón anterior, en esta ocasión, la gente atrapada en el Metro, justo debajo del río, con la luz de los celulares, organizaron una especie de fiesta. Bailarines y bailarinas, cantantes, mimos, todos improvisados, pero no cundió el pánico.

La mayoría de los teatros tuvieron que suspender sus funciones, pero hubo algunos en que los actores continuaron la función en la calle, incluso la obra musical de moda fue interpretada en plena calle con policías y ciudadanos dirigiendo el tránsito, que no fue tan caótico gracias a lo anterior. Obviamente, hubo escenas de histeria, pero fueron bien pocas en una ciudad que no se repone del todo del 11 de septiembre, lo de las Torres Gemelas. Los neoyorkinos y neoyorkinas, al menos a los que yo traté, son gente muy amable y siempre dispuesta a ayudar al turista (yo no sabía que está entre las dos o tres ciudades del país más visitadas). Dentro del obvio drama que fue el apagón, este último fue bastante tranquilo para una ciudad de tanto acelere y tanto relax contradictoriamente. Lo que en sí fue similar con el del 77, fue el número de parejitas atrapadas en elevadores que, sin conocerse, terminaron haciendo el juego que todos jugamos: haciendo el amor. Hay que ver cuántos niños nacen dentro de nueve meses, y es que, como dice la vieja canción de principios de siglo XX, en un apagón de la Ciudad de México, las triples cantaban, como lo que les estoy platicando de los elevadores: “¡Qué cosas suceden con el apagón...”.

Siguiente noticia

Alejo Dancourt: médico y filántropo