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Cultura

La gata literata

Por Fernando Muñoz Castillo

Era una gata que soñaba con escribir poemas, loas, versos, sonetos, elegías y una que otra fruslería, propia de las féminas de su especie, tales como lamerse bien las patitas y saber menear la colita, con coquetería.

Ella pensaba que podría ganar concursos de poesía y ser publicada por la mejor editorial gatuna en lengua española.

Se paraba atenta en el quicio de la ventana para mirar la luna y soñar con ser la Sor Juana de su época y del barrio de Santa Lucía.

Soñaba con amores de novela y aventuras al estilo de Paco Ignacio Taibo II. La Lauren Bacall del cine negro de Gatolandia.

Esta gatita de sonrisa mona y bigotitos largos, pestañas como alas de mariposa y cola larga y esponjosa, decidió un día comprar un lápiz y una libreta y comenzar a escribir y escribir para leer en la próxima noche de luna en el tejado a las demás gatitas monas que allí se reunían al cotilleo.

Su primera lectura resultó un éxito rotundo, la galería La pulga nudista la invitó para leer en la inauguración del gran pintor de gatas monas, Misho Feroz. Ella se sintió muy honrada por la defer="true"encia y esa noche hasta un listón se amarró en la colita esponjosa, no sin antes polvorearse la nariz y echarse un perfume traído de París.

En la galería se encontraba toda la intelectualidad gatuna más famosa y exclusiva. Ella se dió cuenta de las miradas de envidia de las gatas y las de coquetería de los gatos, pero sobre todo del gato más famoso, Mirrimiau de la Borbolla, viajado y experimentado “sommelier intelectual”, gestor cultural de las grandes ferias de libros para gatos en el planeta, un gato de mundo, gordo y de pechera blanca, piel abizcochada, sonrisa majestuosa y esquiva.

Esa noche bailó y bebió como no había hecho antes. Mirrimiau le habló de hacerla famosa y de que hasta podía conseguir el Premio Nobel de literatura gatuna para ella, imagínense como se sintió nuestra gatita soñadora. Entornó las pestañas con pasión arrebatadora y lanzó un ronroneo que paralizó el corazón de más de cuatro galanes esbeltos y sagaces.

Empoderada, la gatita literata se echó un discurso sobre los derechos femeninos y la importancia de que las gatitas de sonrisa coqueta fueran presidentas y secretarias de justicia. En su discurso habló de reformar la Constitución Gatuna de Cádiz. Fue tan convincente que el presidente del Congreso, un gato que se rumoraba era “sac mis”, se entusiasmó tanto que decidió salir del clóset y ser el primer gato transexual del siglo XXI.

El Congreso se sorprendió, pero en respuesta solidaria reformaron las leyes de la hospitalidad y del enlace de las colas en noche de luna.

La gatita literata se sintió feliz de haber liberado el alma de muchos gatos y gatitas que esa noche se declararon gays y bisexuales, mandando a rodar a los gatos y gatas repletos de mojigatería y gazmoñería, cayendo muchos y muchas de éstos y éstas en los pozos de las plazas y en los ríos que van a dar a la mar que es el morir…

Todo el mundo gatuno se sintió feliz y liberado y siguieron la fiesta de la independencia por varias noches más, nombrando a nuestra gatita lideresa y representante en el gobierno del rey león.

Qué feliz se sentía la gatita literata de colita esponjada. En un santiamén había saltado a la fama como si fuera Esther Williams, dirigida por Vincente Minnelli en “Escuela de sirenas”.

Después de hacer tantos honores a San Goloteo, nuestra gatita no se pudo levantar en una semana. Primero pensó que era la cruda y después de que estaba enferma, muy enferma.

Mirrimiau se llevó su libro y desde Roma le enviaba tarjetas con corazones y rosas rojas para una gata triste y enfermita.

A los pocos meses, nuestra gatita literata, realizó el mejor soneto, 14 gatitos brincando en su pecho, pidiendo de mamar.

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