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Cultura

Fernando Muñoz Castillo

Luto en el Teatro Regional

C uando Carlos Caballero me dio la noticia, sentí una enorme tristeza. No sólo por la muerte de Raúl, sino por muchas situaciones que se desprenden de este fallecimiento.

La muerte de Raúl nos demuestra la fragilidad del artista en Yucatán, que carece de apoyo para enfermedades graves y decesos, por parte de la Secretaría de Cultura. Podríamos decir que lo mismo se aplica para los actores radicados en Mérida por parte de la Dirección de Cultura del municipio capitalino.

Se trabaja para el público de esta ciudad y del resto del Estado y nunca, al menos en el pasado sexenio y en el que transcurre, el artista ha recibido apoyo alguno para cuando es ingresado en un hospital, para una operación quirúrgica o un sepelio.

No podemos cerrar ojos y oídos ante la realidad económica de los artistas yucatecos del sexenio anterior y de éste.

La desprotección social y médica es alarmante, así como la falta de trabajo y los miles de candados que la actual administración federal de la cultura ha puesto para poder trabajar y vivir decentemente de la profesión artística, sin embargo, siguen saliendo cientos de jóvenes de la ESAY, una oferta que no tiene ni tendrá demanda, según se perfila el manejo del arte en este sexenio.

Sin embargo, la comunidad artística y el público son quienes están respondiendo de una manera solidaria, como nunca antes, a esta terrible realidad de enfermedades terminales y graves que azota a la comunidad entera.

Raúl Niño fue la mayor prueba de esta solidaridad.

Raúl creció con el teatro, moviéndose nervioso y erizado como él era. Perteneció a una generación de artistas que hicieron sus viajes a la Ciudad de México llevando espectáculos, actores, o a recibir cursillos y cursos del arte escénico que los atrapaba en cuerpo y alma. Vivieron un tiempo allí y pocos se quedaron para hacer una carrera. La mayoría regresó al terruño, porque parecía que el teatro en Yucatán despegaba a nivel económico, o sea, permitía vivir de él, como nunca en su historia.

Raúl fue un actor versátil con una gran veta para la comedia, la farsa y la parodia. Así lo demostraron sus trabajos sobre María Félix y Dolores del Río y el realizado para directores como Enrique Cascante y Tomás Ceballos. Y como todos, hizo teatro de muñecos y teatro infantil.

Estos juegos escénicos fueron dando pauta para la creación de un personaje que faltaba en el Teatro Regional de Yucatán: la mestiza árabe/yucateca. Con minuciosidad propia de gran cirujano, diseccionó el cuerpo del personaje a crear y como el doctor Frankenstein dio vida a una criatura que era entre muñeca, títere y travesti. Algo muy raro que nunca había ni ha sucedido después en el teatro de Yucatán.

Así nació Salma Salomé con su enorme pelo paxux y sus movimientos desarticulados en algunos momentos, como el llanto robado a Dolores del Río y lo arrefaldado de la Doña. La picardía de las grandes actrices del teatro de Héctor Herrera y la inteligencia que caracteriza a esas mujeres del pueblo que luchan para sobrevivir y siempre salen adelante, demostrando así la fuerza y empuje de la mujer yucateca. Lo que hoy llaman mujer empoderada. Mujeres del pueblo que tal vez no sepan leer y escribir, ¡pero qué bien saben sacar sus cuentas! Cualidad yucateca heredada de nuestra cultura maya.

Raúl Raymundo Niño Ek (1967-2019) ha partido, como lo haremos todos en algún momento, pero nos dejó un personaje que forma y formará parte de la historia del Teatro Popular Regional de Yucatán.

Descanse en paz el actor, muñequero, director, dramaturgo y amigo, Raúl Niño.

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