Cultura

Jorge Cortés Ancona

Ha habido mucho pudor en Yucatán para narrar las historias de vida y para revelar la personalidad más íntima a través de memorias, diarios y autobiografías. Y eso que tenemos fama de chismosos y parlanchines e incluso nos jactamos de ello.

Sin embargo, existe un conjunto respetable de escritos centrados en la propia persona del autor, a cargo principalmente de literatos. En cambio, son muy escasos los que corresponden a los políticos, y casi nulos los relativos a quienes desempeñaron otras actividades.

La lista comprende unas pocas obras en verso, algunas en forma de relatos expresamente ficticios y la mayoría se halla dentro de la llamada “literatura en potencia”, esa ambivalencia genérica de información, didactismo y narración, al hacer un relato selectivo de la propia vida y de aquello que se quiere compartir, con un pragmatismo claro o ambiguo. Como en su mayoría estas obras son de difícil acceso, no se les percibe como una parte importante de la literatura de Yucatán, aunque lo sean en verdad.

El punto de arranque es el siglo XIX, con la extraña novela autobiográfica en verso “Un mejicano. El pecado de Adán”, de Pedro Almeida Jiménez, y poco después con el diario de viaje a Estados Unidos de Justo Sierra O’Reilly, y el posterior recuento detallado de sus “Impresiones de un viaje a los Estados Unidos de América y al Canadá”. A ellos se agrega Yanuario Manzanilla con sus “Recuerdos de la campaña de los republicanos contra el Imperio en el estado de Yucatán”.

Considerando sólo a escritores fallecidos, el siglo XX ofrece una lista mayor. Entre los que recuerdo: los tres tomos de memorias de Ermilo Abreu Gómez, junto con varios de sus escritos periodísticos; los numerosos artículos de memorias de Antonio Mediz Bolio, dispersos en libros, revistas y periódicos; las “Memorias de Julián Rosales”, testimonio del alter ego de Santiago Burgos Brito; “Prólogo a últimos rezagos líricos”, memorias de infancia de José Inés Novelo; “Balcón del tiempo”, una autobiografía en verso de José Salomón Osorio; las memorias escritas a manera de cuentos por Alfredo Aguilar Alfaro; las tardíamente publicadas memorias del músico Gustavo Río; las memorias “Sombras de palabras”, de Leopoldo Peniche Vallado; “Huellas en el umbral”, “Registrando cajones” y otros libros de Nidia Esther Rosado; la novela de recuerdos de infancia “El río de los años. Los pateadores de San Sebastián”, de Raúl Renán, y el conjunto de textos autobiográficos de Juan García Ponce. Por supuesto, esta lista puede enriquecerse con obras que olvidé mencionar o que no conozco.

Un caso aparte, muy especial, es el relativo a los médicos escritores, donde se debe mencionar con textos autobiográficos a Eduardo Urzaiz, Alejandro Cervera Andrade y Carlos Urzaiz Jiménez, además de otros autores.

En cuanto al terreno político y social, figuran los libros “Mi sueño”, bella utopía, y “Mi actuación revolucionaria en Yucatán”, de Salvador Alvarado; el chocarrero “La vida y milagros del Chato Duarte”; el titulado “Las nostalgias del Lic. Crescencio Jiménez Borreguí, durante su destierro en los años de 1909 a 1911, por su actuación revolucionaria netamente maderista”; “Halachó 1915”, de Julio Molina Font, que es un diario que se lee como una novela; “Los recuerdos de la propaganda constitucionalista en Yucatán”, de Santiago Pacheco Cruz; las “Memorias de un ex-hacendado henequenero”, de Alberto García Cantón; los libros “Confesiones de un gobernador” y “Los últimos 91 días”, de Carlos Loret de Mola; las memorias de educador de Fidelio Quintal Martín y las “Memorias de un combatiente social”, de Antonio Betancourt Pérez.

Si se observa hay un gran desfase temporal en cuanto este tipo de recuento de vida, ya que son contadísimos los políticos y funcionarios vivos que han escrito sus autobiografías y memorias. Lo mismo puede decirse de educadores, empresarios, obreros, artistas y deportistas, aun más escasos como autores de sus propios relatos de vida.

Desconozco en qué medida se han efectuado estudios sobre estas memorias, autobiografías y diarios relacionados con Yucatán, aunque sí destacan los trabajos acerca de los realizados por Justo Sierra O’ Reilly, entre ellos los del investigador veracruzano Manuel Sol. Por lo que se ve, hay buena materia para leer y estudiar en la bibliografía yucateca.