Cultura

Conrado Roche Reyes

La idea de comprar Groenlandia no es nueva. Casi al finalizar la Guerra de Secesión en Estados Unidos, en 1867 se analizó por primera vez durante la presidencia de Andrew Johnson. “Deberíamos comprar Islandia y Groenlandia, especialmente la segunda. Las razones son políticas y comerciales. Industrias enormes podemos tener allí, pesca, carbón y es rica en minerales”. Esto no pasó de ser una propuesta informal, pero en 1946, el presidente Harry S. Truman (el mismo que ordenó uno de los más grandes asesinatos indiscriminados a la población civil de la historia en Hiroshima y Nagasaki), ofreció a Dinamarca 1,300 millones de dólares por Groenlandia. En aquel entonces se aducieron razones militares, pero Dinamarca no aceptó, sin embargo vendió a USA las Indias Occidentales (a un bajo costo) rebautizándolas como Islas Vírgenes.

Incluso durante el gobierno de Barak Obama se contempló dicho negocio, pero no fructificó. Eran otros tiempos y Estados Unidos ya había comprado: Florida a España, Luisiana a Francia, Alaska a Rusia, y no hablemos de bases militares gringas esparcidas por todo el mundo, la más famosa fue Hawai que fue incorporada al país como un Estado más de la Unión, lo mismo que Puerto Rico que quedó con el estatus de Estado Asociado.

Sin embargo, esta idea actual de la compra de Groenlandia parecería una comedia de risa loca…aunque de locos está lleno el mundo de incoherencias llevadas al cabo. En lo personal me da risa, por la férrea oposición danesa y la época que vivimos. No es lo mismo comprar una pequeña isla para orgías o parrandas de millonarios, que la isla más grande del mundo. Finalmente, esta propuesta no resultó una broma como creíamos, sino una realidad surrealista.

La compra de Groenlandia, y el al parecer desmedido interés de Donald Trump por dicho asunto, se ha convertido en un affaire al puro estilo de las revistas “People” u “Hola” y un festín para la industria periodística, ya que el presidente de los Estados Unidos ha confirmado su interés en comprar aquel subcontinente, es decir, Groenlandia, pero suavizando la cuestión expresó que “no era una prioridad para su administración. Es algo de lo que simplemente hablamos”, dijo Trump a los periodistas.

“El concepto surgió y dije, sin duda, estratégicamente es interesante y estaríamos interesados, pero hablamos un poco (con Dinamarca), aseguró, subrayando que “no era la número uno en la lista” de prioridades del gobierno. Trump habría expresado antes interés en esa enorme isla con estatuto autónomo de Dinamarca, que en su mayor parte esta cubierta de hielo, al preguntarle sus asesores si sería posible que Estados Unidos adquiriera el territorio localizado entre el Ártico y el Atlántico norte.

Trump ha sentido curiosidad por los recursos naturales y la relevancia geopolítica del área.

Cuando se le preguntó si consideraría intercambiar un territorio estadounidense por Groenlandia, Trump respondió que “se podían hacer muchas cosas”

“Esencialmente, es un gran negocio inmobiliario”, resumió.

Y aquí salio el peine: él siempre fue un gran empresario inmobiliario.

Dinamarca colonizó la isla, con un área de dos millones de kilómetros cuadrados, en el siglo XVII. La población es de apenas 57,000 personas. La mayoría de las cuales pertenecen a la comunidad indígena inuit.

“Groenlandia esta dañando mucho a Dinamarca porque está perdiendo casi 700 millones de dólares al año manteniéndola y, estratégicamente, para Estados Unidos sería bueno”, agregó Trump.

Dinamarca es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una organización de defensa frecuentemente criticada por el presidente Tump, quien acusa a los países miembros de no pagar lo suficiente por las operaciones conjuntas que se sostienen en buena parte por el Ejército estadounidense.

Ante este panorama, la señora Fredereriksen, presidenta de Dinamarca, simplemente expresó: “Espero que esto no sea algo serio, me parece simplemente una discusión absurda”. En pocas palabras, la señora Ette Fredreriksen terminó la discusión con un No rotundo.