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Cultura

De parranda en Remedios

Texto y fotos: Julio Larramendi

1820

El padre Francisco Vigil de Quiñones (Francisquito), iniciador de las fiestas, estaba preocupado. Muy preocupado. Terminaba la semana de Aguinaldo, pronto se celebraría la misa de Gallo, y en las frías madrugadas pocos feligreses acudían a la iglesia. La recaudación era ínfima. Algo debía hacer.

Esa mañana, unos niños que pasaban frente a la ermita San Salvador de Horta —la humilde iglesia de tablas y techo de guano donde oficiaba— rodando aros de barril sobre la calle polvorienta y sonando en ruido infernal agujereados cacharros de cocina, le dieron la idea. ¡Ellos serían los despertadores!

La iniciativa se fue esparciendo por el Remedios de entonces, hasta que en 1871 dos españoles les dieron a las parrandas el carácter que aún poseen y la ciudad se dividió en los barrios “contendientes” de San Salvador y El Carmen.

2018

Son las cuatro de la madrugada del 24 de diciembre y un movimiento de sombras sigilosas recorre las calles. Después de meses de trabajar en secreto, escogiendo el tema que mostrarán, creando los diseños de los trabajos de plaza, las carrozas, el vestuario y las comparsas, alistando los fuegos artificiales… ha llegado el momento de ensamblar todas las partes, dar vida a la imaginación y exhibir el resultado de la callada labor.

Diseñadores, carpinteros, electricistas, pintores, costureros, más decenas de voluntarios, aúnan esfuerzos y, con las primeras luces del día, van naciendo sus obras. Dos grúas cargan las enormes pero delicadas piezas de carrozas y trabajos de plaza. Pobladores y visitantes pueden vislumbrar los motivos escogidos: Las crónicas de Narnia por el barrio El Carmen y La religiosidad de las Navidades por San Salvador.

Desde temprano, mientras sus compañeros se enfrascan en el montaje de todo lo preparado para ese único día, las comparsas invaden el parque. Con música de tambores y trompetas, polcas y rumbas, agitan sus cuerpos las bailarinas; unos ondean banderolas y estandartes, otros giran frenéticamente las farolas, con los colores y símbolos de sus bandos.

En la tarde se dan los toques finales a los carrozas, se prueban los juegos de luces de los trabajos de plaza y un pequeño ejército distribuye en los alrededores del parque su carga de cohetes y morteros.

A una voz, el cielo se cubre de luces de colores, fuego y humo. Entre descargas cerradas, aguerridos “soldados” deseosos de ganar el “combate” prenden a mano, con parsimonia y estilo, los cohetes que no volaron. En medio de una estela de fuego, se pude apreciar la belleza del despegue y la trayectoria del “proyectil”. Durante toda la noche, hasta el amanecer, los dos contrincantes se turnan para desplegar su arsenal.

Una pausa a las 12 para la misa de Gallo. La catedral rebosa de creyentes y curiosos que escuchan el mensaje de paz y confraternidad.

Miles de personas ocupan cada espacio del parque y las calles aledañas, mientras los personajes de la historia escogida por cada bando, engalanados con sus trajes, se acomodan en las carrozas para comenzar el desfile. Pero llamarlo desfile es una exageración: sólo pueden desplazarse un centenar de metros, hasta doblar las esquinas y quedar frente a frente, entre los dos trabajos de plaza. Delante van las comparsas, banderolas, estandartes y farolas, envueltos en descargas de morteros y fuegos de artificio que brotan de artefactos giratorios y dispositivos desplegados a lo ancho de la calle, en competencia con los cohetes para iluminar el cielo.

Al alba, una descarga final anuncia el fin de la jornada. La legión de eufóricos y cansados participantes se retira lentamente comentando los detalles de la noche. Cada barrio se declara vencedor y pocos días después pasean ataúdes con el “cadáver” del contrario.

Estas fiestas, realizadas en barrios de 18 pueblos y ciudades de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Avila, síntesis de saberes seculares y contemporáneos que pronto cumplirán 200 años, fueron incluidas en noviembre de 2018 por la Unesco en la lista indicativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Como señaló Gladys Collazo Usallán —presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural— al agradecer este alto reconocimiento, se trata de “una festividad profundamente popular”, en la que “Cada portador se convierte en un artista, en un creador del diseño, la arquitectura, la música, la danza, la construcción de réplicas de monumentos y disfraces para los personajes representados en las carrozas […]”.

2019

Han pasado sólo unos días. Los directivos de los dos barrios se reúnen para valorar lo sucedido y empezar los trabajos para la próxima parranda.

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