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Cultura

'La exageración”

En “La exageración”, de David Olguín, vemos de manera activa la interacción entre la utopía y la realidad en el teatro. A través de dos actores y personajes que contrastan por sus oposiciones, que a la vez les permiten complementarse. Un actor de 80 años de edad, al que le tocó vivir y trabajar en la era de los grandes relatos de transformación de la sociedad, y la actriz veinteañera, recién egresada de la licenciatura en arte teatral y que ya ha probado la degradación ética de un medio artístico y de una sociedad donde el teatro no da para comer.

Aun con sus oposiciones parecen tener un mismo destino en el teatro vuelto vida y hay una correspondencia entre lo que se ve en escena y la realidad. Los personajes llevan su propio nombre real, Mauricio y Mar, aunque en ella sí desarrolle un personaje en buena parte ficticio, y se habla de las ausencias: David, el director, a quien se espera a lo largo de toda la obra, y del escenógrafo e iluminador Gabriel Pascal.

Están actuando pero son ellos mismos, desarrollando papeles imposibles de ser “miscasts”. Con plena convicción, recorren diversos roles, pues actúan su propio presente escénico y el de otros montajes, dirigen, critican, recuerdan, confiesan, reflexionan, todo en torno al teatro. Y así como se rompen fronteras entre teatro y realidad, la obra se desarrolla con el público sobre el escenario, rodeando por tres lados un pequeño cuadrángulo de piso blanco, delimitado por tablas y con un reducido segundo nivel. Un escenario que es a la vez sitio de ensayo, con el escaso mobiliario indispensable.

La obra emplea en su construcción retazos de memoria, como los de Mauricio desde sus orígenes en Chile, su país natal y pasajes de piezas en las que participó o los de Mar en su corta vida dentro del arte. Abundan las menciones y citas de dramaturgos, sobre todo “La gaviota” chejoviana, pero también “El mercader de Venecia” y “Miscast”, de Salvador Elizondo, y referencias a Thomas Bernhard y Heiner Müller, así como a hacedores del teatro en México como Gurrola, Margules y Alejandro Luna, de quien Mauricio recuerda una caída del escenario donde estaba su propia escenografía.

Pronunciada en latín, la “exaggeratio” junto con el berrido de oveja son leitmotivs a lo largo de la obra: la alteración de la realidad y los modos de sumisión que se imbrican inevitablemente en el quehacer teatral. Mauricio puede convertirse en un Rey Lear vuelto bufón lamentándose ante Mar, la hermosa. Y ella, llena de ira, de rabia, se reconoce en Nina de “La Gaviota” y actúa con ímpetu dramático su propia “work in progress” ante Mauricio.

Ambos están conscientes de que el amor al teatro deja satisfacciones y experiencias vitales, hasta ser una potencial “habitación propia”, pero que también exige rebasar los obstáculos decepcionantes de los pagos limitados y lentos en cubrirse, de la dependencia o no de las becas, de los podridos favores sexuales para poder ascender en la carrera artística (además de la obligada felación que recuerda con pesar la joven actriz, el reiterado “muéstrame tus chichis”, bastante gurroliano).

La obra transcurre en los dos ritmos de los actores que se complementan para generar una rauda sensación del tiempo. La hora y cuarto de duración es un suspiro. Se mueven por todo el escenario cada uno a su propia velocidad y la proyección de las voces va en el mismo sentido con una diversidad de tonos emocionales. La contención de Mauricio y la energía de Mar, generan esa riqueza de modos de actuar, como dos tiempos de acción que se hacen simultáneos en escena.

“La exageración” se presentó la noche del pasado sábado 21 de septiembre dentro del Festival de Teatro Wilberto Cantón 2019, organizado por la Sedeculta y la Secretaría de Cultura federal. El texto y puesta en escena de esta producción de la compañía Teatro El Milagro es de David Olguín. Actúan Mauricio Davison y Mar Aroko, con escenografía e iluminación de Gabriel Pascal y piezas musicales de Alfred Gariévich Schnittke.

Es una obra oportuna en estos tiempos donde el panorama para la cultura y las artes en México y en Yucatán está lleno de limitaciones y con pocas posibilidades laborales. Lo único lamentable es que sólo haya tenido una función en Mérida, sobre todo para que pudiesen disfrutarla y analizarla los propios teatristas que participan en otras obras del mismo Festival.

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