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Cultura

Un surrealista gallego pasado por el jazz

Pedro de la Hoz

Alejandro Vargas se asomó hace algún tiempo nuevamente a la vida musical cubana por un costado realmente insospechado. El joven pianista, que emergió a principios de este siglo como una de las promesas que comenzó a hacerse notar en los predios del jazz, sorprendió a los melómanos de Galicia como protagonista de un proyecto que devuelve no sólo a la cultura de esa región española sino a Iberoamérica la imagen de una personalidad artística de singularísimos relieves, el pintor, escritor y músico Eugenio Granell.

Luego de la exitosa presentación, en Santiago de Compostela y otras ciudades españolas, del fonograma Miniaturas de Eugenio Granell / Música revelada, producido por el sello Central Folgue y auspiciado por la Fundación que lleva el nombre del artista gallego, el disco se ha convertido en una rareza digna de estudio, tal como lo ha valorado la crítica musicológica en España y Cuba.

Los valores de las Miniaturas… saltan a la vista y el oído. Un disco de audio contiene la música con que Vargas recreó las ideas de Granell y, en cuadernos adjuntos, se muestran los originales del artista gallego y se ofrecen datos de su vida y del proceso de transformación de sus apuntes en piezas de notable actualidad.

Vargas fue invitado a encabezar el proyecto concebido por el historiador Ramón Pinheiro, luego de que la musicóloga española Sonsoles Hernández y el compositor Benjamín Otero pusieron en limpio los apuntes musicales de Granell.

Aunque no son pocos los que recuerdan la actividad musical de Granell (La Coruña 1912 – Madrid 2001), sus huellas más perdurables se sitúan en la pintura y las letras. Hoy día es considerado como uno de los pintores españoles que con mayor audacia reinventó los cauces del surrealismo, bajo las influencias de Miró, Picasso –su tesis doctoral en Estados Unidos versó sobre el Guernica– y del cubano Wifredo Lam, a quien conoció en Madrid y frecuentó en París tras la derrota de las huestes republicanas. Fue amigo de André Breton y recibió estímulos creativos de Marcel Duchamp. La estética surrealista se reflejó en el libro de cuentos El hombre verde (1944) y el poemario Isla cofre mítico (1955).

Tuvo una vida trashumante, marcada por su militancia antifranquista y el rechazo a la dictadura trujillista en República Dominicana, país donde residió en los años 40. También habitó en Guatemala, Puerto Rico (allí cultivó la amistad de Juan Ramón Jiménez) y Estados Unidos, hasta que retornó a España en 1985. Profesó ideas anarquistas y trotskistas, aunque al final de su existencia confesó que para él los “ismos” eran menos importantes que los “anti”, es decir, que la medida de su actitud habría que buscarla “en las cosas a las que me he opuesto y que me seguiré oponiendo por principio”.

Curiosamente, el primer aprendizaje artístico de Granell fue la música y en determinados períodos se entregó de manera profesional a ella. Estudió violín en la capital española y en Santo Domingo ocupó el puesto de concertino en la Sinfónica. En su atelier neoyorquino, siempre tuvo a mano el violín, una guitarra y cuadernos de apuntes, en los que plasmaba las ideas musicales que se le ocurrían al vuelo.

Estos bocetos —más de 200— no son partituras propiamente dichas, pero anuncian un pensamiento musical en el que se entremezclan las memorias de las melodías de la tierra gallega con giros e invenciones nacidos de sus contactos con el universo caribeño e indoamericano.

La labor de rescate de ese legado, emprendido con motivo del centenario de su nacimiento, requería un completamiento y puesta al día de los materiales esbozados y fue entonces cuando la Fundación Granell involucró al cubano Alejandro Vargas.

Este agrupó a un colectivo de músicos españoles: el contrabajista José Manuel Díaz, el baterista Lar Legido, la cantante Mónica de Nut, Germán Díaz en la zanfona, el gaitero Edelmiro Fernández y la violista María José Pámpano, en una propuesta donde la imaginativa pujanza melódica de Granel se expresa en un lenguaje contemporáneo cercano al jazz.

A fin de cuentas, se logró mucho más que recordar al compositor que también fue Granell, en tanto la “música revelada” posee suficiente aliento como para trascender.

Vargas ha sentado cátedra en el panorama musical gallego. La base de su trabajo es el Alejandro Vargas Trío, junto a Díaz y Legido, con ocho años de trayectoria. El estilo musical de esta formación va desde lo abstracto hasta lo más tradicional, donde los estándares de jazz y la música popular cubana son llevados a la estética de la improvisación libre, donde se explora y extralimita la forma convencional de tocar los instrumentos incorporando diferentes objetos sonoros que enriquecen su lenguaje, sonido y performance. En la actual propuesta musical, encontramos temas donde se recrea la sonoridad del órgano de fuelle oriental, recordando la estética rural de los campos cubanos, pasando por los orígenes del blues o los colores de Monk, para sorprendernos con el contraste de discursos cercanos al minimalismo que hacen de la música, según ha dicho la crítica, una suerte de fantasía mántrica.

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