Rubén Reyes Ramírez
Me es grato haber participado en el acto de entrega del Premio Internacional de Poesía Mérida 2019.
En días como estos, cuando se debate sobre la cultura y la optimización de la política cultural, este acto implica una doble celebración:
Que Mérida reconozca el valor de la poesía con un certamen internacional; y que el ganador del premio sea un poeta yucateco.
El privilegio de haber sido miembro del jurado –junto con la Dr. Elena Varroso, de España, y el poeta Luis Armenta, de México– me permitió constatar que existe una interesante producción de poesía con las marcas de nuestro tiempo: dolor y esperanza en sueño y angustia, grito, reflexión.
Es que la poesía, en medio del vértigo y bullicio del mundo, conjura un antiguo resplandor, atisbo de transparencia en lo íntimo de nuestro ser.
El poeta portugués Nuno Judice, por fortuna ahora con nosotros en Mérida, ha dicho con estas u otras palabras equivalentes: la poesía es “sencillamente inútil”, pero justo en cuanto tal, imprescindible para sobrevivir “en un mundo de cosas útiles e inmediatas”. Acaso por ello nos preserve “custodie de alguna manera la verdad de las cosas y las almas, más allá de la superficie del presente”.
Por mi parte, apenas intento contemplarla. Hechura de imágenes y ritmo, la poesía es música a la altura de la consciencia.
En Yucatán existe una tradición de escritura en verso que, más allá de sus eventuales espejismos de insularidad o autocomplacencia, sustenta en modo firme la permanencia de un certamen de poesía.
Mérida se dignifica desde la cultura con un premio internacional de poesía; y la poesía se afirma y proyecta al mundo desde Mérida.
La obra ganadora en esta ocasión, dictaminada por unanimidad, es Poemas Espirales del poeta yucateco Fer de la Cruz (Fernando de la Cruz Herrera).
Este poemario, como dice el laudo, es un “conjunto de poemas que mediante diversas referencias […] implican la explicación de lo eventual y lo particular en interpretaciones de actualidad sobre el origen y las pautas del universo.
”[El autor] nos presenta las líneas de inflexión de su proyecto: una caída concéntrica como imagen en movimiento que une lo mismo el mundo de las ideas que los hechos cotidianos, el ser y la nada, el aquí y lo posible. La verticalidad de la palabra y ese tiempo científico que explora, en el lenguaje, el eterno retorno. Inclusive mediante un poema-espejo, las palabras se miran a sí mismas desde dos posiciones: la duda y la certeza, el vuelo y la caída. El Alfa y el Omega convergen al final, en un epílogo que muestra la esperanza […].
”Un viaje trepidante por las eras […] que elevan este viaje hacia su recomienzo”.
Felicidades a Fer de la Cruz y a Mérida.
Proyección y larga vida al Premio Internacional de Poesía.
* Palabras leídas en la ceremonia de premiación del certamen mencionado el pasado 11 de enero del 2020.