Conrado Roche Reyes
Evidentemente el acoso existe. Pero no todos los hombres lo practican y, en ciertas ocasiones, algunas mujeres, en especial las “empoderadas”, practican un feminismo que en realidad no lo es, sino un sexismo delirante, el acoso como tal en nuestra ciudad existe y eso nadie lo puede negar.
El conductor del taxi la dejó en una calle cercana y un chavo joven se le acercó y comenzó a llamarla hermosa y a preguntarle su nombre. Comenzó a seguirla hasta la casa poniéndole un brazo y pidiéndole un beso. Le preguntó si tenía novio y siguió tirando de ella para besarla. Ella le dijo que se detuviera, luego la agarró y le dio una palmada en el trasero, y huyó riendo, mirándola. Estaba tan aliviada de llegar a casa que no le dijo nada a nadie.
Cierta mañana estaba corriendo por el parque y notó que dos hombres la miraban. Inmediatamente se sintió incómoda e intentó ignorar sus miradas. Luego tomó un descanso para estirarse. Los hombres se le acercaron y uno dijo: “¿Puedo preguntarte algo?”. A lo que ella respondió: “Depende de qué se trate”. Su respuesta: “¿Quieres tener un trío en este momento?”. Les dijo que se fueran y continuó estirándose. No se marcharon. En su lugar hicieron otra pregunta: “¿Puedes dejar de inclinarte así? Me estas excitando realmente”.
Cuando tenía catorce años, recuerda una noche que estaba bajando las escaleras del camión. Este joven, tal vez en la mitad de los veinte, estaba subiendo las escaleras y mientras lo hacía, puso su mano en su falda. Todo duró menos de veinte segundos, pero se sintió como toda una vida. Cuando volvió a mirarlo, él sonrió.
Caminaba a casa del trabajo un día y estaba con el celular, a punto de cruzar la calle. Un hombre detuvo su carro en mitad de la calle y le pidió que subiera a su automóvil. Dijo que no e intentó caminar alrededor, así que condujo su automóvil para bloquear su camino. Trató de caminar detrás de él, pero él hizo lo mismo. Luego gritó: “¡Métete en mi auto o te atropello!”. Entonces golpeó con los puños el capirote del coche y le gritó, lo que cree que lo asustó, así que tuvo tiempo de cruzar la calle.
Estaba caminando detrás de un grupo de chicas jóvenes y atravesó un parque. Había un grupo de muchachos bebiendo, y uno de ellos grita: “La de atrás está buena”.
Caminaba de regreso a su casa –situación que vemos es paradigmática–, cuando un automóvil comenzó a conducir lentamente junto a ella. Dos tipos le llamaban sexy y le pedían que subiera. Les dijo que no y comenzaron a molestarla, así que entró en una tienda y oyó a uno de ellos decir: “De todos modos, esa no está ni tan bonita ni tan buena”.
Caminando por una calle de la colonia un hombre trató de llamar su atención, así que fingió no escucharlo y siguió su paso. Salió de su automóvil, la agarró por detrás y le dijo: “¿Puedes darme tu número?”. Le contestó que no, y entonces él le grito: “Perra india antisocial”.
Estaba caminando por un pasillo de un conocido y elegante plaza del norte de la ciudad cuando vio que un hombre caminaba hacia ella. Su hija le tomaba de la mano y su hijo pequeño estaba detrás de él en una patineta. A medida que la distancia se hacía más corta, la estaba mirando intensamente, estudiando sus piernas, su vestido de verano, su escote. Justo cuando sus caminos se cruzaban, se lanzó hacia ella y susurró “Mmm..., me gustaría probar tu chocolate”. A ella le horrorizó mucho que su hija estuviera allí, mirando a su padre que agredía verbalmente a alguien, mientras que su hijo estaba detrás, aprendiendo de las acciones de su padre.
Las fuentes de estas historias son las protagonistas de las mismas, aquí en nuestra impoluta Mérida que está en Fest.