Por primera vez desde el 2005, las percusiones y los coloridos trajes del Ballet Mugunghwa, han tenido que hacer pausa y resguardarse a causa de la pandemia del coronavirus.
En estos meses, desde la seguridad de su hogar, cada uno de los integrantes ha continuado ensayando a través de la plataforma Zoom para estar listos ante un posible retorno a los escenarios, una vez que sea aprobado por las autoridades sanitarias.
En entrevista para el periódico POR ESTO!, la directora de la compañía, María Eugenia Olsen, quien es parte de la cuarta generación de descendientes coreanos en Yucatán, comenta que esta actividad es el “motor de su vida” y está muy comprometida con la preservación de su cultura familiar.
El Ballet Mugunghwa va más allá del K-Pop y de los K-Dramas, manifestaciones fuertemente relacionadas con el país asiático en la actualidad; la fusión de música y danza cautiva a quien los observa, a través de los delicados y suaves movimientos corporales encapsulados en ritmos tradicionales que emergen de los instrumentos ancestrales.
Reconocida y apoyada con instrumentos por la Embajada de Corea en México, esta labor que encabeza Maru, como le llaman sus allegados, ha sido vital para que jóvenes descendientes coreanos, se sumen a conservar el legado.
Junto con su hermana, formaron el grupo sin contar con mucha experiencia en los ritmos, principalmente del Samul nori, género musical instrumental tradicional basado en el pungmul (música de la sociedad agrícola de Corea). Ellas readaptaron el sonido que se emite de cuatro instrumentos que expresan los sonidos del trueno (kkwaenggwari, gong pequeño), lluvia (janggu, tambor doble en forma de reloj de arena), nubes (buk, tambor), y viento (jing, gong grande). Una vez dominada la parte musical, había que ahondar en la danza.
Amanda Morales Olsen, bailarina del ballet y descendiente, explica que el coreano es más complejo que el tradicional, pues hay saltos y giros; desde su perspectiva es “más cansado, pero elegante”.
Su compañera, Monserrat Asunción Chim Várguez, interesada en la cultura se sumó a la compañía; ella recuerda que al subir al escenario se siente nerviosa pues “estamos presentando algo que las personas no entienden, los movimientos coreanos son diferentes, tienen delicadeza en las manos, movimiento de las muñecas para mover las mangas, es algo que lleva tiempo dominar”.
Asegura que a los descendientes les gusta ver estos espectáculos, y a quienes estén interesados en la danza coreana, los invita a integrarse al Ballet Mugunghwa.
Orgullosa, Maru explica que Yucatán es el único estado que cuenta con un proyecto como éste, el cual permite mostrar la parte más tradicional del país de origen de sus antepasados; sus rasgos no mienten, y orgullosa porta grácilmente los instrumentos, invitándonos a rememorar lo que en su momento vivieron sus ancestros en Corea, quienes, en la búsqueda de un mejor futuro, arribaron a tierras mexicanas en el siglo pasado, pero lamentablemente se encontraron con la esclavitud.
Después de la Guerra de Castas, ellos trabajaron en las haciendas henequeneras a falta de mano de obra local. “Los coreanos encajaban bien, son personas muy trabajadoras y querían huir de las malas condiciones de vida que tenían en su país de origen”, comenta.
Si bien, muchos se quedaron, quienes tenían estudios pudieron irse y formaron la Asociación Coreana; otros emigraron a distintas demarcaciones, incluso a Estados Unidos.
Hay mucho más de lo que muestran los medios de comunicación, por ello el Ballet Mugunghwa es un proyecto que tiene una trayectoria y una oportunidad para dar a conocer la verdadera cultura coreana.
En década y media, se han presentado en diversas ocasiones en Mérida, Tecoh, Progreso, Veracruz, Monterrey y la Ciudad de México.
Yucatán les motiva, los yucatecos han celebrado sus actuaciones, tanto que continúan practicando y ansían volver a presentarse en vivo.
Por Karla Regina Durán