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Cultura

Fernando Castro Pacheco: Trazos y memorias

José Díaz Cervera

III y última

Guerra de Castas

Fernando Castro Pacheco dejó, en los murales del Palacio de Gobierno, constancia de la agudeza con que miraba el mundo; los trabajos no sólo cumplen un objetivo didáctico-ideológico (componente esencial del muralismo mexicano) a través del cual se reseñan tanto la historia nacional como la estrictamente local, sino también nos obsequian una perspectiva crítica del tiempo en que fueron realizados. Claramente, Fernando nos enseña la continuidad de la Historia y su proyección en el presente.

De manera errónea, algunos han colocado a Fernando en el saco de los muchos pintores costumbristas que abundan en Yucatán, pero esto sólo acusa la miopía y quizá hasta la mala fe con que su trabajo plástico ha sido a veces ponderado.

Por definición, el costumbrismo nos ofrece una perspectiva superficial y conformista del mundo, absolutamente reaccionaria y sin ningún sentido crítico. Por su fondo conservador, el costumbrismo no ve más allá de lo pintoresco y su perspectiva es siempre idílica.

En Fernando Castro Pacheco el tema local camina en otras direcciones; en sus imágenes aparecen motivos de la región mas no por ello su trabajo se vuelve costumbrista, pues afirmarlo equivaldría a decir que, como en Cervantes, aparecen el paisaje y los personajes más emblemáticos de su mundo, entonces su trabajo narrativo debe ser considerado como una maravillosa muestra del costumbrismo.

La mirada lo transforma todo y la de Castro Pacheco estaba permeada de dos elementos que daban una peculiaridad a su entorno. Esos elementos son: una profunda vocación erótica que le otorga una cadencia especial a sus cuadros y un agudo sentido crítico que le permitió moverse con soltura en la retórica de la imagen y el color.

La sensualidad de Fernando hacía la diferencia y por ello las mujeres de sus cuadros siempre tenían un ingrediente erótico que las colocaba en una dimensión distinta a la empleada por el costumbrismo ramplón, más allá de que en “La prosa de la luz” desarrollara toda una narrativa de la sexualidad local y de su práctica en ese capullo maravilloso que es la hamaca.

En el conjunto de la obra de Fernando Castro Pacheco hay que destacar uno de los murales del Salón de la Historia, concretamente el titulado “Guerra de Castas”. En la obra la retórica del color es un modelo de expresividad visual, mas la imagen es elíptica y, por tanto, sugerente: un grupo de hombres se bate en retirada, detrás de ellos hay niños y mujeres indefensos; frente a ellos no hay enemigo visible. Los hombres son atléticos y en sus semblantes se reflejan la valentía y la desesperación; su lucha no es quizá para ganar sino para resistir, pero en el mural el enemigo no aparece: es un enemigo sin rostro porque quizá tiene muchas caras; es el que sigue arrinconando y derrotando cotidianamente a los olvidados de la Historia.

Fernando pintó los murales del Palacio de Gobierno de Yucatán durante los últimos años de la Guerra de Vietnam, donde el rostro del imperialismo mostró sus rasgos más aterradores con el uso del napalm, y de otras armas químicas, para atacar incluso a la población civil. El enemigo no tiene un rostro visible y por ello resulta más amenazador… el mural sobre la Guerra de Castas lo expresa eludiendo no sólo el lugar común, sino también la perspectiva panfletaria, al mismo tiempo que proyecta la manera en que Castro Pacheco era testigo de su mundo y de su tiempo.

En este 2020 se cumplirán 45 años de que Fernando Castro Pacheco concluyó los murales de nuestro Palacio de Gobierno, dentro de 5 años estaremos de manteles largos (pues los murales serán cincuentenarios). Quizá deberíamos comenzar desde hoy a preparar las celebraciones mirando los murales y tratando de entender lo que está detrás de las imágenes.

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