Por Pedro de la Hoz
Cierto es que Argentina huele a tango y el tango para muchos es sinónimo de tragedia o melancolía. Cierto es que el país austral ha pasado más de una vez por épocas terribles: dictaduras, desapariciones, crisis económicas.
Un alumbrón de esperanza asoma cuando, en el musical Evita, la protagonista canta: “No llores por mí, Argentina, / mi alma está contigo. / Mi vida entera te la dedico, / no te alejes, te necesito…”.
Una luz mucho más concentrada e irradiante nace de quienes se levantan todos los días para construir un país, un gran país, para los suyos y, en definitiva, para los tantísimos que habitamos al sur del río Bravo.
Con dos de esos argentinos hemos compartido jornadas indelebles durante la XXIX Feria Internacional del Libro de La Habana, que concluirá el próximo domingo.
Lectores cubanos y de otros países, concurrentes a la fiesta del libro y la lectura, pelearon cada ejemplar de Sinceramente, obra de Cristina Fernández de Kirchner, que tuvo su primera presentación en el exterior.
Como sabemos, Cristina es la actual vicepresidenta de la República Argentina, al vencer en las elecciones generales de 2019, como compañera de fórmula del presidente Alberto Fernández. Había estado al frente de la Presidencia en dos períodos: 2007-2011 y 2011-2015. Estuvo casada con Néstor Kirchner (1950-2010), quien ocupó el alto o cargo entre mayo de 2003 y diciembre de 2007.
Aunque se inscribe en la literatura memorialística, la obra no es una autobiografía. Las 600 páginas del libro, publicado el año pasado, recorren momentos y circunstancias de su vida, de la del país y de los años del gobierno “más discutido y celebrado de la reciente democracia argentina”, de acuerdo con los editores.
Ofrece testimonio de la toma de decisiones políticas, económicas y sociales durante doce años –los gobiernos de Kirchner y ella– que cambiaron la vida de millones de argentinos, el estado en que recibió la Casa Rosada, el suicidio del fiscal Alberto Nisman en medio de la siniestra trama que implicó a agentes, jueces y fiscales de la causa del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina en 1994, la batalla por dejar atrás el lastre de los fondos buitre, y hasta, en clave de buen humor, la decisión de Hugo Chávez de acortar sus discursos para no aburrir a Néstor.
Del origen de su patrimonio a las causas judiciales en su contra, habla también el libro. Un pasaje anticipa esta frase: “Néstor me lo dijo: ‘Te van a perseguir a vos y a tus hijos’. No fue altisonante. Estaba serio y cuando le pregunté: ‘¿Por qué decís eso?’, enseguida cambió de conversación. Fue en El Calafate. Lo que no puedo recordar es si fue durante la última semana que estuvimos juntos”.
Llevar el libro a La Habana tuvo también su cuota de simbolismo. En la capital cubana terminó de escribir el primer capítulo de la obra. Fue en pleno auge del macrismo, cuando ella se aprestaba a luchar por reconquistar el poder como lo demandaban amplios sectores de la sociedad argentina, mientras resistía a los intentos de ser anulada políticamente. Acerca de esto dijo en la presentación del libro:
“Hubo un momento en que desaparecían a dirigentes y militantes porque no había forma de doblegarlos. En el período neoliberal, que se instauró después de 24 de marzo del 76, era impensable convencer a los militantes de abjurar de lo que creían y el único método que se encontró fue la desaparición. En el posmodernismo, donde se desarrolla el lawfare, ya no era necesario desaparecer sino invalidar políticamente, primero por la condena mediática y luego por una decisión judicial. Se sustituyó la desaparición física por la desaparición mediática de la estigmatización. Eso fue lo que intentaron hacer conmigo. Condenarme socialmente, aislarme de modo tal, que no fuera un peligro para lo que querían hacer”.
En algún lugar leí que el periodismo literario es aquel que no ficcionaliza la realidad, sino que la hace aún más real, al apartarse de las convenciones informativas. De tal manera que, Los días eran así, título que el argentino Hugo Soriani acaba de presentar también en la Feria de La Habana, encaja a la perfección en esa categoría. Mas no importan las etiquetas, cuenta mucho más el hondo calado de su escritura en la revelación de la memoria de una época, una generación y un país.
Soriani ejerce el periodismo en un órgano de prensa que él contribuyó a fundar: Página 12. Hoy día es su director general. En ese diario, rara avis en una nación donde los principales medios de comunicación responden a intereses oligárquicos o neoliberales, Soriani suele publicar sus notas en la contratapa. ¿Crónicas, relatos testimoniales, anécdotas, evocaciones? Las fronteras se desdibujan. Palpita la actualidad, aun cuando un tema tenga que ver con el pasado, y pesa la opinión del autor, su apasionante subjetividad. ¿Estilo? El diplomático Javier Figueroa fue claro al decir: “Hay quienes escriben para los críticos o para el mercado. Hugo escribe para los amigos”.
Una selección de las notas de contratapa conforman el cuerpo de Los días eran así. Soriani escribe de lo que han vivido su gente y él mismo; la experiencia de los nueve años encarcelado por una dictadura militar que registra un nefasto récord de muertes y desapariciones; de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, de los sobrevivientes del horror. Sobre todo, escribe de los que no se dejan caer, de los que junto al rosarino Fito Páez cantan “quién dijo que todo está perdido / yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Sinceramente y Los días eran así muestran que no hay que llorar por Argentina.