Pilar Faller Menéndez
Probablemente cause curiosidad cómo se establecen los precios de las obras de arte, lo cual resulta sumamente subjetivo, pero la generalidad establece el valor tanto de los materiales que han sido utilizados, así como el tiempo y trabajo que el artista destina para elaborar su obra, otra forma de tasar el precio es por la oferta y demanda. Una más que no obedece precisamente a la calificación de obra de arte, son las obras de los creadores, que a voluntad establecen los precios de sus creaciones, esperando que éstos sean aceptados por alguna persona que desee adquirirlas.
Podría comenzarse con la definición de arte que nos ofrece el Diccionario Real de la Academia Española como “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Con esta definición podríamos descartar muchas “llamadas” obras de arte, cuando sus creadores las realizan con fines de lucro y no por inspiración, pero es de entenderse que el mundo del arte ha cambiado y el precio que pagaron los artistas del pasado viviendo muchos en la miseria, pero creando, los creadores actuales no están dispuestos a pagarlo.
Etico o no ético, hay que recalcar que los modos, usos, costumbres y forma de vida han cambiado y el materialismo ha permeado a muchos. El artista tiene que vivir de algún ingreso, aunque muchos piensan que cuando se crea con el fin de vender, se atraviesa esa tenue línea entre artista y artesano. Probablemente los más doctos en la materia pudieran establecer, según sus apreciaciones, el precio de una obra de arte.
Las obras de los consagrados y reconocidos artistas a nivel mundial, han llegado a adquirirse a precios exorbitantes. Un ejemplo de esto fue un cuadro de Paul Cézanne titulado “Los jugadores de cartas” que en el año de 2011 alcanzó el valor de 250 millones de dólares, los cuales pagó la familia real de Qatar para hacerse de este lienzo. ¿Cuánta demanda podría tener una obra de arte de ese precio? Aquí no aplica la trillada frase de “querer, es poder” sino que habría que preguntarse cuántas personas en el mundo podrían tener la capacidad de pagar esta suma. Forbes sería un elemento útil para informarnos sobre las fortunas alrededor del mundo.
Y es que existe una tendencia humana de poseer algo que nadie más tenga, que sea único y que ante los ojos de todos sea considerado valioso, por lo que el coleccionar piezas de arte, así como reliquias, pueden obedecer al deleite personal, o bien a una forma de inversión, que con el tiempo puede alcanzar precios exorbitantes.
Los nobles de Grecia y Roma tenían colecciones de arte provenientes de las regiones que conquistaban, y en la Edad Media, las familias acomodadas acumulaban artículos de mármol, bronce, oro y marfil, así como maderas preciosas. En este caso valdría la pena hacer una acotación para justificar la inclinación para poseer dichos artículos, ya que solamente el material justificaría su valor, y si además se conjugaba con lo artístico, obviamente éste aumentaba.
Durante el Renacimiento, fueron muchos los que contribuyeron al desarrollo de las artes, como la Iglesia y la aristocracia, quienes encargaban a los artistas piezas para decorar palacios o recintos importantes. En esta época entra un factor importante, que hasta el día de hoy ocurre, que es el mecenazgo. Sin dudar de la valía de grandes artistas como Da Vinci, Miguel Angel, Caravaggio y otros muchos más, me pregunto cuántos artistas con talento nunca sobresalieron o fueron conocidos por no estar relacionados con familias poderosas que los proyectaran y los hicieran célebres.
El comercio del arte como lo conocemos actualmente, tuvo auge en el siglo XVIII cuando los burgueses de Europa comenzaron a considerar una ostentación social el invertir en él, por lo que surgieron las casas de subasta, así como eventos artísticos internacionales, con lo cual el arte quedó repartido en varios países. Fue cuando por primera vez, en 1737, se realizó por primera vez la muestra bienal del Salón Carré del Museo del Louvre organizada por la Academia Real del Arte de Francia, que permitió a la sociedad en general el acceso a visitar, admirar, y tal vez adquirir algún lienzo de los artistas de esa época.
Si bien las casas de subastas son las que determinan los precios del mercado del arte, esto no aplica a todos los artistas, ya que muchos no han alcanzado fama internacional, nacional y muchas veces local, por lo que es la moda o la estética la que mueve a la gente a adquirir muchas veces las obras en la que el mismo artista determina el precio.
Existe otro sector de compradores que tienen o creen tener “buen ojo” y que cuentan con recursos para especular con el trabajo de aquellos artistas que están comenzando su carrera, con el fin de que en un futuro puedan revender estas obras a un precio mayor al del momento de su adquisición. Si ven una posibilidad en el creador de volverse sobresaliente, su motivación no es la obra per se, sino la firma.
Por lo que sigue siendo una incógnita si los precios estipulados por los mismos artistas están acordes al valor de sus pinturas o esculturas, ya que el arte es sumamente subjetivo, y habrá muchos que encontrarán justa la cantidad que se pide por una obra, y otros que consideren que el artista se está sobrevalorando.